Un triunfo en las urnas, un incendio sospechoso y un plan intimidatorio: el día que Hitler quedó a un paso de convertirse en dictador

Un triunfo en las urnas, un incendio sospechoso y un plan intimidatorio: el día que Hitler quedó a un paso de convertirse en dictador

La noche del 27 de febrero, la sede del parlamento alemán fue destruida por el fuego. Cuando la policía y los bomberos llegaron, el lugar ya estaba envuelto en llamas. La verdad de este incendio es un misterio y las teorías son variadas

 

Usar los recursos del Estado para apoderarse del Estado. La frase, corta, contundente y casi paradójica, resume bien el mecanismo utilizado por Adolf Hitler y los jerarcas del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) para ganar las elecciones federales del 5 de marzo de 1933 y así dar el paso previo y casi definitivo instaurar la dictadura nazi.

Por infobae.com

La fecha dejó una profunda impronta en la historia alemana, no solo porque ese 5 de marzo se realizaron las últimas elecciones de la República de Weimar, sino porque serían también las últimas elecciones en las que se utilizó el sistema de representación proporcional por listas, y los últimos comicios competitivos que se realizarían en una Alemania unida hasta las elecciones de 1990, tras la caída del Muro de Berlín.

Esas elecciones, realizadas cuando Hitler llevaba apenas 34 días como canciller alemán, se dieron en medio de un proceso vertiginoso y fueron un paso imprescindible para su acumulación de poder, aunque quedaron opacadas por otros dos hechos muy cercanos y de mucho mayor impacto: el incendio del Reichstag, sede del parlamento, el 27 de febrero, menos de una semana antes de los comicios y la aprobación parlamentaria el 23 de marzo, solo 18 días después de la Ley del Poder o Ley Habilitante, que le otorgó al líder nazi la autorización para promulgar leyes sin la interferencia del presidente ni del parlamento por un período de cuatro años. Es decir, convirtió a Hitler en un dictador, con la suma del poder público en sus manos.

El diario de Goebbels

Para que su partido ganara esas elecciones, el canciller Hitler utilizó todos los recursos del Estado que tenía a su alcance, lo que sería determinante para la victoria.

La naturaleza de esa maniobra quedó escrita de puño y letra por uno de los hombres más encumbrados del nazismo, Joseph Goebbels -que luego se convertiría en ministro de Propaganda del régimen-, en una anotación de fines de febrero en su diario personal: “Ahora será fácil llevar a cabo la lucha, porque podemos recurrir a todos los recursos del Estado. La prensa y la radio están a nuestra disposición”.

El resultado electoral fue contundente pero todavía insuficiente para que Hitler pudiera manejar a su antojo el país: los nazis obtuvieron el 43,91 por ciento de los votos, que le otorgaron 288 de las 647 bancas en el parlamento, contra el 18,25 por ciento de los socialdemócratas, el 11,25 por ciento del Partido del Centro, y el 7,97 por ciento del Partido Nacional del Pueblo Alemán, mientras que el resto de las bancas se repartió entre partidos minoritarios y regionales.

Con ese resultado quedó a solo un paso de cumplir el sueño mesiánico que acunaba desde hacía más de una década.

Una república débil

Alemania era una república joven, nacida en 1919, tras la derrota en la Primera guerra Mundial y la abdicación del emperador Guillermo II. En ese escenario, en 1920 entró a jugar en la política alemana una pequeña agrupación de extrema derecha, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, liderado por un ex cabo austríaco llamado Adolf Hitler, que pronto se hizo conocido y comenzó a ganar adeptos con sus encendidos discursos de nacionalismo extremo y claro antisemitismo.

Sin embargo, ese primer crecimiento no se tradujo en los resultados electorales esperados por los nazis, que intentaron llegar a poder por otra vía, la del golpe de estado, en noviembre de 1923. La movida resultó un fracaso y Hitler fue a parar a la cárcel con otros líderes del partido, entre ellos su número dos, Rudolf Hess. Allí, con Hess en el papel de secretario escribiente, Hitler pergeñó el libro con el que dio a conocer definitivamente sus planes para Alemania, Mein Kampf (Mi lucha).

Liberado a fines de 1924 -luego de pasar poco más de un año detrás de las rejas-, Hitler y los suyos comenzaron su lento camino para llegar al poder por la vía democrática, centrando sus campañas en fuertes críticas al gobierno y el acuerdo de Paz de Versalles, que obliga al país a enfrentar una deuda reparatoria de la guerra que resulta impagable.

La estrategia da resultado: los nazis pasaron de unos exiguos 800.000 votos en las elecciones de 1928 a 6,4 millones en 1930.

La simpatía de muchos alemanes hacia el NSDAP no se debía únicamente a su programa político, sino también a la juventud y la energía de sus jerarcas, que contrastan con la imagen de los demás políticos, por lo general hombres mayores a los que ven repetir discursos ya gastados.

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