La estulticia de los estultos, por @ArmandoMartini

La estulticia de los estultos, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

El vasto y ecléctico circo de la colorida paleta de la sociedad humana, donde el sentido común desapareció, aparecen destellos de luz que iluminan el oscuro camino del entendimiento. Histriones destacados por su enigmática habilidad de llevar la insignificancia a niveles superiores. Fantoches que desafían la lógica. Maestros en el arte de la sandez que acarician la ignorancia con ardor casi religioso que, contribuyen al enriquecimiento de vidas intelectuales. Disciplina que involucra hazañas ininteligibles con fervor que roza la divinidad del sinsentido. 

Fenómeno sublime, culminación de una existencia dedicada al absurdo. Ingenio que radica en la capacidad para convertir lo trivial en trascendental, lo banal en exaltado y lo ilógico en dogmático. Artistas del caos social que navegan en torbellinos del analfabetismo con entusiasmo que rivaliza con el de un niño hurgando en un cajón de juguetes atiborrado de chucherías.

Aun con esfuerzos en educación e información, tomaron conscientes la decisión y se zambulleron contra la corriente intelectual. Halagan la incultura con pasión y rechazan la perspicacia en favor de las opiniones sin fundamento. Campeones olímpicos del pensamiento ilógico. ¿Qué los motiva?; ¿Anhelo de ser diferentes en un mundo de pensadores racionales?; ¿Rebeldía contra el aburrido conocimiento? En cualquiera, hay que destacar su valentía para adular la estulticia con un aplauso sarcástico.





¿Quiénes son? Individuos racionales que desentrañan las incógnitas del mundo (o al menos eso les gustaría pensar). Son héroes anónimos de la complejidad social, sujetos que, de agobiarse con inclinaciones profundas, densas y preocupaciones trascendentales, eligen rodear cariñosos la simplicidad como un amante apasionado se entrega al amor. 

Su razonar, se encuentra entre la mermelada y un aguacate maduro. Acreedores de un lugar en el panteón de la observación crítica e irónica. En el siglo XXI, insisten en conjeturas que harían palidecer de envidia a los antiguos alquimistas. Defienden argumentos con la firmeza de quien se aferra a un salvavidas de papel en medio del océano. Convencidos de que la Tierra es plana, los extraterrestres controlan las mentes de los políticos y el queso requesón es en realidad el secreto de la inmortalidad. 

¿Por qué culparlos por su encomiable dedicación a la simplicidad? En un mundo donde el acceso al conocimiento es tan sencillo como teclear en un buscador en línea (sin duda, engañifa de la élite illuminati), optar por la ignorancia es rebeldía. ¿Quién necesita entender los misterios de la relatividad cuando se disfruta de las dulces mieles de la sencillez teórica? Mientras el mundo debate relevancias, valientes paladines del absurdo reflexionan en cafeterías destartaladas y botiquines, las tonalidades del firmamento. Delicias intelectuales que solo ellos proporcionan.

¿Quién necesita lógica cuando puedes seguir reglas de la estulticia? En lugar de aplaudir la innovación y el progreso, premian la conformidad ciega de las tradiciones irracionales. Y quienes se atreven a cuestionar esta dinámica, son relegados al estatus de “genios marginados”, etiqueta que tintinea halagadora si no estuviera tan mojada de sarcasmo.

Extravagancias amplificadas por la vorágine digital, logran el efímero aplauso de los que hallan goce en la fugacidad de lo irracional. Payasos de la era moderna. Fenómeno fascinante y desconcertante. ¿Quién no ha encontrado placer en un debate sinsentido o escudriñando respuestas donde solo hay preguntas?

Su legado perdurará como recordatorio eterno de que, la estulticia puede ser la más elocuente de las filosofías. Y mientras navegamos por tempestades de la existencia, debaten si los unicornios sobreviven en el Ártico.

La estulticia de los estultos, lejos de ser una carga, es fuente inagotable de entretenimiento. Perlas de sabiduría que regalan carcajadas, mantienen alerta paradojas y enseñan a valorar la lucidez. Un toque de color en un lienzo monocromático e ingredientes exóticos en una receta culinaria de lo absurdo.

Auténticos visionarios, mientras otros desentrañan secretos del universo, ellos recuerdan que es preciso desviarse del camino y transitar por senderos que desafíen cualquier noción de sensatez. Nos guían hacia las profundidades del ridículo, empujan a cuestionar la comprensión de la realidad y retan a mantener mente abierta, incluso cuando la brisa de las teorías estultas golpea en la cara.

La estulticia de los estultos es tesoro subestimado. A través de su enfoque para desafiar cualquier semblante de racionalidad, invitan a explorar recovecos oscuros de la mente humana. ¿Quién necesita el peso del conocimiento cuando se puede flotar en las cristalinas aguas de la tontería? Como alguien dijo: “Nunca discutas con un estulto; la gente podría no notar la diferencia”.

@ArmandoMartini