Decir mentiras sabiendo que son mentira, por @ArmandoMartini

Decir mentiras sabiendo que son mentira, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

La indignación es una reacción emocional que se experimenta cuando se engaña o se falta a la verdad de manera deliberada. La irritación surge porque la mentira se considera una violación de la confianza y la honestidad, valores fundamentales en las relaciones humanas y en la sociedad. El gozo morboso de la mentira es un placer o satisfacción enfermiza al decir o propagar falsedades, sin importar las consecuencias o daño que causen. La mentira habitual erosiona la confianza y genera un ambiente tóxico, poco saludable.

En medio del complejo entramado ético y moral que caracteriza a la sociedad, hay una faceta inquietante que se ha vuelto prominente y preocupante: la práctica deliberada de decir mentiras sabiendo que son falsas. La hipocresía consciente tiene efectos dañinos para la verdad y salud democrática. 

La mentira como concepto ha existido desde tiempos inmemoriales, pero siempre se la ha visto como una desviación de la verdad, un mal necesario, incluso como último recurso para evadir consecuencias desfavorables. Sin embargo, la peculiaridad actual radica en la banalización de la mentira y el empleo premeditado como herramienta de manipulación y dominio.





En el ámbito político, hemos sido testigos de cómo actores impulsados por intereses personales o partidistas, han adoptado una actitud de indiferencia hacia la verdad. El embuste flagrante y descarado es un arma estratégica para sembrar confusión, moldear la percepción pública y erosionar la confianza en las instituciones. Este comportamiento engañoso deteriora los cimientos de la sociedad, poniendo en peligro la capacidad de tomar decisiones informadas y racionales.

La pregunta es: ¿por qué individuos eligen mentir a sabiendas? ¿Qué beneficios encuentran en esta práctica deshonesta y peligrosa? Una posible explicación es la inmediatez y superficialidad, donde la difusión de información es instantánea y las repercusiones de una mentira pueden propagarse rápidamente. En este entorno, la autenticidad puede perder valor frente al impacto inmediato de una afirmación falsa que genere controversia y atención.

El acto de mentir adrede también podría asociarse con poder y control. Quienes emplean este modo buscan imponer su versión de los hechos, sin importar cuán distorsionada pueda ser, con el objetivo de mantenerse en una posición de mando o conseguir apoyo incondicional de seguidores. Sin embargo, esta búsqueda de poder a través de la mentira suele estar acompañada de una erosión de la probidad y credibilidad personal, lo que a la larga resulta contraproducente.

La invención intencional tiene graves consecuencias para la sociedad. Debilita la cohesión social, socava el diálogo, la empatía, y fomenta la polarización. Además, carcome la confianza en las instituciones, incluidos medios de comunicación y sistemas políticos. La creciente desconfianza en la información oficial puede llevar a la desinformación, propagación de teorías de la conspiración y erosión de la raíz democrática.

¿Cómo enfrentar este fenómeno corrosivo? ejercer escepticismo instruido y crítico hacia la información que consumimos. Verificar las fuentes, contrastar diferentes perspectivas y evitar caer en la trampa de la desinformación. Además, como ciudadanos, exigir transparencia y responsabilidad a líderes políticos, empresariales, culturales, religiosos y sociales.

La mentira hiere, si se trata de sentimientos o asuntos personales. El engaño provoca dolor, frustración, tristeza y enojo. La rabia es natural y comprensible. Fomentar la verdad es esencial para construir relaciones sólidas y confiables. Si se siente la tentación de adulterar o ha caído en un patrón de las mentiras, se debe reflexionar sobre las razones del comportamiento y considerar ayuda profesional si es necesario.

La responsabilidad de combatir la mentira premeditada también recae en las instituciones, actores políticos y mediáticos. La promoción de estándares éticos elevados, rendición de cuentas e indagación de la verdad deben convertirse en pilares fundamentales de su actuar.

La práctica de decir mentiras sabiendo que son farsa es perjudicial y requiere atención. A medida que se avanza, la verdad debe mantenerse como valor intrínseco y la mentira consciente, repudiada como afrenta a la integridad y dignidad humana. Solo a través del compromiso con la verdad y pureza podremos construir una sociedad justa, informada y cohesionada.

@ArmandoMartini