Servía sandwiches y armaba porros para los Beatles: “La verdad, mi trabajo era muy aburrido”

Servía sandwiches y armaba porros para los Beatles: “La verdad, mi trabajo era muy aburrido”

Harrington escolta a Paul McCartney a la salida del estudio (Foto extraída del libro “Who’s the redhead on the roof”)

 

Era el 10 de diciembre de 1969 y en los estudios de Twickenham se acababa de producir un episodio que pudo haber sido trascendental para la historia de la música: en medio de un ensayo y delante de cámaras, George Harrison dejó su guitarra, tomó su abrigo y les comunicó a los otros tres Beatles que abandonaba la banda.

Por infobae.com

Hubo desconsuelo y algo de estupor. Ringo Starr y John Lennon se fueron a sus casas. El único que no lograba digerir la noticia era Paul McCartney. No era el momento para que se separaran los Beatles. Fue entonces que Paul le pidió a Kevin Harrington, un cadete de apenas 18 años que los ayudaba con las preparaciones de los equipos y les servía comida y tragos a los músicos, que lo acompañara en su auto de lujo, un Aston Martin DB5.

Llegaron al barrio de Kenwood, donde entonces vivían John y Yoko Ono, y Paul le dijo a Kevin: “Tomá el auto, andá a tomar algo y regresá en 20 minutos”.

Harrington, que recién había conseguido la licencia para conducir, se puso al volante y se fue a recorrer Londres en el auto de lujo. Cualquiera creerá que se puso a elucubrar sobre los motivos de la crisis de la banda o sobre qué haría con su vida si los Beatles se separaban en ese momento. Pero no, el chico de 19 años sólo estaba maravillado por estar conduciendo un Aston Martin. “‘Estoy en el cielo’, pensé en ese momento. Cuando me senté en ese auto, me sentía James Bond”, afirmaría décadas después.

Kevin se retrasó, tardó más de los 20 minutos que le había dicho McCartney, y cuando regresó a Kenwood vio al bajista de los Beatles asomándose por la ventana a la espera de su llegada. “Nadie se tiene que enterar de esto”, le dijo Paul.

Y así fue. Harrison fue convencido luego por sus compañeros y regresó a la banda para completar la grabación del disco Let it Be, pese a que se aproximaban años más tormentosos para el grupo. Por su lado, Kevin calló la anécdota y la guardó durante los meses y años siguientes concentrado en su rol de asistente -roadie- de la banda.

La primera aparición de Kevin Harrington en el documental Get Back, estrenado el 25 de noviembre de 2021 en la plataforma Disney+, es en el minuto 17:37 del primer capítulo. Allí, el joven con su pelo naranja y una camisa ajustada color claro les sirve sendas copas de jugo de naranja a Harrison y a John Lennon. A lo largo de los 468 minutos totales exclusivos de archivo de los tres episodios de la serie documental, Harrington aparece sirviendo sándwiches, preparando instrumentos, moviendo amplificadores, pero nunca, nunca, dice una palabra.

Posiblemente, su imagen más famosa es la del minuto 01.49.15, cuando ya en el mítico recital de la azotea de los estudios de Apple, sostiene un bloc de hojas arrodillado sobre el suelo para permitirle a Lennon leer la letra de “Dig a Pony”. Eso era Kevin, el cadete que estaba a disposición de los Beatles para lo que hiciera falta.

Hoy, con 72 años, tres hijos, dos nietos, una esposa, un matrimonio de 46 años duración y desde su casa en la ciudad de Milton Keynes, Kevin Harrington comparte sus memorias en una entrevista vía zoom con Infobae. ¿Cómo era para un muchacho de 18 años estar trabajando con la banda de rock más trascendental e importante de la historia?

“Para mí, mirar el documental fue como estar ahí adentro. Era muy aburrido para mí. No era aburrido, aburrido, pero no tenía toda esta excitación por los Beatles. Para mí era sólo un día más en la oficina. Yo hice con ellos el doble Álbum Blanco, Let it Be y Abbey Road. Fueron tres álbumes con ellos, pero la mayor parte del tiempo fue algo aburrido. Te paseabas por ahí esperando. Hasta que ellos no paraban, tú no hacías nada más, sólo esperar. Pero de repente querían algo y ahí es cuando respondías. Lo que no muestra la película es a mí dando vueltas alrededor del estudio sin tener nada que hacer”, respondió Harrington.

“Yo no me veía a mí mismo como un testigo de todo lo que ocurría con ellos. Yo era una parte del todo. Yo sólo era parte de una unidad pequeña. No lo veía como otra cosa más que como un trabajo. Era trabajar para cuatro músicos que se llamaban The Beatles. Nunca vi este futuro. Nunca pensé que 50 años después yo estaría hablando de esto”, admitió.

Kevin Harrington se acercó al universo beatle en 1966, cuando tenía apenas 16 años. Su primer trabajo había sido pasear por Londres a una vecina que estaba en silla de ruedas. Después fue aprendiz en electricidad y dejó la escuela a los 15, hasta que, a través de un aviso clasificado, se presentó para trabajar como cadete en una empresa de entretenimiento.

La entrevista duró unos 30 minutos y sus futuros jefes decidieron contratarlo. Con 16 años, Kevin se acababa de convertir en el cadete de NEMS Enterprises, la agencia de representación de artistas de Brian Epstein, nada menos que el hombre que manejó los hilos de los Beatles (y que funcionó como una suerte de “padre” para los Boys) durante el período más exitoso de la historia de la banda.

De manera paradójica, el primer trabajo de Kevin en NEMS fue el de llevar el correo de los fans clubs de los Beatles a las casas de los cuatro de Liverpool. Allí se dieron algunos contactos fugaces, visuales, con las leyendas.

Sin embargo, su primer encuentro con la banda completa fue en 1967 durante la grabación del film Magical Mystery Tour.

“Oficialmente, la primera vez que conocí a los Beatles fue durante… oh, mi Dios… esperá que mi mente se está yendo…”-Kevin demora 4 o 5 segundos en recordar. Cualquier persona en el mundo no olvidaría jamás, si lo tuvo, un primer encuentro con los músicos más famosos de la historia. “…fue en el Magical Mistery Tour. Allí fue cuando conocí a The Beatles, a los cuatro”.

“Yo era una especie de cadete. Tuve que llevar una cinta a una grabación en Wardour Street, en un teatro pequeño, donde los iban a ver. Entonces, me encontré con Mal Evans (su jefe directo) y Neil Aspinall y Neil me dijo ‘vení y echá un vistazo, mirá lo que estuvimos haciendo’. Dije ‘Ok’ y nos metimos en el teatro pequeño y los cuatro Beatles estaban ahí. Entonces, él dijo ‘Hey, este es Kevin… que está trabajando… ustedes saben’. ‘Hola’. Yo trataba de esconderme detrás de una caja negra”, aseguró durante la entrevista.

Al día siguiente, Mal Evans le hizo la oferta formal a Kevin de convertirse en un “roadie”, un asistente personal de la banda, a partir de ese momento. “Pasé de cadete a asistente de los Beatles de un día para otro”, relató.

Su primer trabajo fue en ese mismo momento: trasladar y preparar los equipos de sonido y los instrumentos para que los “Boys” pudieran ensayar como ellos quisieran.

Kevin tardó varios meses en animarse a referirse a los Beatles como “the boys”, tal como los llamaban en la jerga de la agencia. Durante el primer período, para él, ellos eran “El Grupo”.

El primer disco en el que Harrington trabajó fue el doble Álbum Blanco. Todavía no había cumplido los 18 y ya tenía la responsabilidad de afinar y colocar los instrumentos de McCartney, Harrison, Lennon y Starr. También era el encargado de proveer la comida o cualquier otra cosa que a uno de ellos se le ocurriese y en todo momento.

“El trabajo como Roadie era, esencialmente, asegurarse de que los equipos estuvieran en el lugar y en el momento indicados para que la banda pudiera tocar sin problemas. Y que todo funcionara correctamente, claro”, explicó Harrington.

También era el encargado de conseguir la comida de los músicos para los ensayos. “Casi todos comían sándwiches todo el tiempo. Mal Evans y yo íbamos a comprar Fish and Chips, a veces íbamos al negocio de Curry. Cuando John empezó con la comida macrobiótica, tenía que pedirle exclusivamente en un pequeño restaurante ubicado en un sótano, cercano a la estación Paddington. Antes de entrar a comprar ahí, pensaba que esos comensales debían tener un look de gente saludable, pero era todo lo contrario, jajajaj”, recordó.

Pese a sus tareas más clásicas, Kevin había asumido otro rol tan clave como impensado: era el responsable de armar los porros para que los músicos fumaran durante las sesiones de ensayos y grabaciones.

“Siempre fumábamos marihuana. Lo demás que ellos consumían realmente yo nunca lo supe porque no es que ellos venían y abrían un paquete. Sé que John consumía smack (heroína) pero esa era otra historia. En el estudio, nada. Lo que sí sé es que cada noche yo les armaba muchos porros, teníamos mucha marihuana. Yo necesitaba algo para relajarme de todo eso. Siempre que necesitábamos bajar, teníamos marihuana. Había algo de vino. Pero nunca ellos estuvieron quebrados con nada en el estudio. Ellos estaban siempre estabilizados… Quizás es porque todos tenían que regresar manejando a casa. No hay que olvidarse de que a las 4 am, ellos tenían que manejar hacia sus casas. El único que no lo hacía era John, porque él tenía un chofer. Los cuatro eran súper profesionales”, contó.

Además de armar los porros, también era el encargado de ir a comprar la marihuana. Su primer dealer era un “caribeño encantador” que vivía con su esposa en Nothing Hill. El jefe, Mal Evans, le había pedido a Kevin que facturara los gastos cannábicos como “golosinas”. “Yo había aprendido a armar los porros gracias a un amigo de la banda, Terry Doran. Me enseñó los detalles durante una fiesta que Brian Epstein había hecho en su casa”, recordó Harrington.

Testigo de la historia

Durante sus dos años como roadie de los Beatles, Kevin Harrington vivió en primera persona cómo se grabaron los discos Álbum Blanco, Let it Be y Abbey Road. Cualquier fanático de los Beatles pagaría fortunas por siquiera poder presenciar 20 minutos de algunos de esos ensayos.

“Para mí, todas las canciones eran increíbles. Ver cómo una canción aparecía, entre todos, (”come together”, dijo, aludiendo a la canción), por así decirlo, era realmente asombroso. Era una revelación. Yo me ponía a cantar esas canciones en el final de la noche o las tarareaba, si es que no tenían letra, cada noche. Así que todas eran maravillosas para mí. Excepto con la canción Nº 9, del Álbum Blanco, esa no la entendía. Pero realmente, eran todas maravillosas”, afirmó Harrington durante la entrevista.

También tenía la responsabilidad, en el final de cada jornada, de recoger las hojas con los bocetos de las letras de los temas. Pero, para la desesperación de quien lea esta historia, ¡Kevin no las guardaba ni las leía; las arrojaba a la basura!

“Yo no leía las letras de las canciones. No leía las letras, para ser honesto. Yo sólo las recogía y las miraba por arriba. Estaba muy ocupado recogiendo las cosas como para estar leyendo las letras. Y probablemente pensaba que para mí no significarían mucho. Así que las letras no significaban mucho para mí. Eran sólo un puñado de palabras escritas con un poco de música que se metían en mi cabeza. Eso es lo que realmente eran, jaja”, dice, como si se tratara de hojas con la lista de compras para el supermercado.

Con el pasar de los años, Kevin también se convirtió en una suerte de asistente de Yoko Ono, quien iba pegada a Lennon del estudio a la casa de ambos, todos los días, todo el tiempo.

Posiblemente, el requerimiento más extraño que hizo Yoko durante su período con los Boys ocurrió en 1968, cuando la compañera de Lennon tuvo un embarazo que a los pocos meses perdería. “Cuando quedó embarazada, nos ordenaron que instaláramos una cama dentro del estudio de grabación, para que ella pudiera acompañar a Lennon y descansar en simultáneo. Así que en esos días, además de instalar amplificadores, instrumentos y micrófonos, yo tenía que terminar cada jornada haciendo una cama dentro del estudio”, comentó Harrington en un libro que escribiría décadas después, llamado Quién es el pelirrojo de la azotea.

La tensión y el camino a la separación de la banda

Harrington fue testigo directo del comienzo de la erosión, el desarrollo de la crisis y la separación final de los Beatles. Vivió de primera mano ese suceso tan determinante para el futuro de la música universal.

Así como se vio en Get Back, el documental que sacó a la luz el material crudo de la grabación del álbum Let it Be, la tensión entre los Boys empezó a gestarse con la muerte de Epstein y la grieta se hizo cada vez más fuerte una vez que llegó el nuevo mánager, Allen Klein, a la escena.

Definitivamente, Harrington recuerda el período de la grabación de Abbey Road como el más tormentoso en cuanto a la relación de los cuatro artistas.

“Las peleas estuvieron relacionadas al negocio de Allen Klein. Realmente fueron tiempos incómodos para todos. Había discusiones en la oficina durante el día y después iban al estudio a la noche y las discusiones seguían y seguían, por al menos una hora. Era como “estaría bien parar y hacer algo de música”. “Paremos, ok”. Es que una vez que dejaban de hablar del negocio, ellos volvían a ser The Beatles siendo The Beatles”, afirmó a Infobae.

En su libro, Harrington especificó: “Mientras la grabación de Abbey Road progresaba, las discusiones ya ocuparon más tiempo que el de ensayos y grabaciones. Era como una canción que sonaba una y otra vez. El estribillo ya me lo había aprendido: ‘Yo sólo quiero lo mejor para los Beatles’, y la línea melódica era: ‘Apple, Klein, Eastman’, con los temas en que no podían ponerse de acuerdo”.

Harrington atribuye toda la responsabilidad de la separación al nuevo mánager, Allen Klein, a quien señaló como el responsable de haber instalado el concepto de negocios en el día a día de la banda.

“Si Brian Epstein no hubiera muerto, ellos no se habrían separado. Yo quisiera creer que todos ellos habrían ido a lanzar sus propios albums, solistas, y luego regresarían como The Beatles. Esa era una de las posibilidades. Es típico, realmente es algo típico. Ellos se separaron por los negocios. Si Allen Klein no hubiera aparecido y toda la codicia de esa única persona, ellos estarían juntos a día de hoy, creo yo. Estoy bastante seguro de eso. Ese específico hombre separó a The Beatles”, le dijo a Infobae.

Kevin y las fans

Sobre el último año junto a los Beatles, Harrington se había convertido en una figura famosa entre el mundo de los fanáticos de la banda de Liverpool. Tan así que hasta se transformó en una suerte de símbolo sexual para las Apple Scruffs, el conjunto de fanáticas que se juntaban todos los días en la puerta del estudio para ver pasar a las leyendas.

El grupo de fans había creado incluso un fanzine mensual y en la edición de febrero de 1970 pusieron un retrato de Kevin dentro de un corazón con el título: “Mr. Valentine 1970?.

“Era algo siempre embarazoso. Sólo me daba vergüenza. Nunca en mi vida me vi enfrentado a tanta cantidad de chicas. ‘Oh, Kevin, Kevin, Kevin’. En algún momento me empecé a acostumbrar a eso, pero en los primeros seis meses lo odiaba”.

El cierre para todos

En el tramo final del vínculo entre Kevin y los Beatles se respiraban dos realidades similares: la banda ya tenía un desgaste difícil de sobrellevar, mientras que a Harrington le pasaba lo mismo en su relación con Mal Evans, su jefe.

En esos últimos meses, Kevin vivió dos nuevas aventuras que permiten envidiarle aún más su experiencia. La primera fue cuando realizó las tomas de prueba del cruce de la senda peatonal de la calle en Abbey Road para la imagen de portada del disco homónimo.

“En 30 minutos hicimos las fotos nosotros y los Boys. Por suerte un policía nos ayudó y detuvo el tráfico para que pudiéramos hacer rápido. Yo tengo todavía la foto con tres asistentes, simulando que éramos los Beatles en Abbey Road, pero no tengo permitido publicarla”, escribió Harrington en su libro.

“Tuve una relación más cercana con George Harrison que con los otros tres”, aclaró Kevin durante la entrevista. Quizás ese vínculo se terminó de reforzar en los años finales en los que el roadie trabajó con los músicos de Liverpool.

Eran inicios de 1970 y George Harrison se había mudado a la mansión conocida como Friar Park, un palacio con aspecto de castillo construido en 1889 con al menos 30 habitaciones.

Después del primer día de mudanza, Harrison llevó a Kevin aparte a una sala de Abbey Road y le propuso que se fuera a vivir junto a él, Pattie Boyd y Terry Doran, el mismo que le había enseñado a armar los porros en aquella fiesta en casa de Brian Epstein.

Todavía no había energía eléctrica en el castillo, por lo que el primer día tuvieron que pasarlo a oscuras, iluminados apenas por algunas velas. Asimismo, la primera noche, todos los nuevos residentes de la mansión durmieron sobre el suelo. Luego llegarían los cinco perros y un sobrino de Harrison procedente de EEUU.

Después de unas semanas, Kevin abandonó el castillo; sin embargo mantuvo una buena relación con Harrison. “Esto llevó a varias escenas de celos por parte de Mal, que sentía que se estaba quedando lejos de los Beatles”, afirmó Kevin. Así pasaron unos meses y el propio Harrington también rompió su vínculo con Mal Evans.

Desde ese 1970, Kevin decidió cambiar de rumbo y se animó a convertirse en el tour manager (el puesto que ocupaba Neil Aspinall con los Beatles) de la banda Derek and the Dominos, cuyo líder era un amigo fiel de Harrison de años, Eric Clapton.

Harrington mantendría una carrera de otros 16 años en los que se desarrolló como manager de bandas y de giras. Otra de las agrupaciones de renombre que tocaron bajo su ala fue Mötorhead.

El último contacto que tuvo Harrington con integrantes de los Beatles fue el 1º de agosto de 1971, cuando George Harrison protagonizó junto a artistas de todo el mundo un show en el Madison Square Garden de Nueva York llamado “Concierto para Bangladesh”. Allí también estaba Ringo. Con John Lennon nunca pudo volver a cruzar una palabra mientras que se ilusiona con cruzarse alguna vez con McCartney, quien hace una semana cumplió los 80 años.

“Yo trabajé entre los 16 y los 20 años en el mundo de los Beatles. Fueron los dos primeros años en la oficina de Brian Epstein y los últimos dos ya como asistente de la banda. Y hoy puedo decir que los primeros dos años fueron asombrosos, pero los segundos fueron increíbles. Muchas veces la gente me dice: “Kevin, tú eres el chico con más suerte del mundo”. Y estoy de acuerdo con ellos. Yo fui el chico con más suerte del mundo. Yo era sólo un cadete, me gustaba el fútbol, escuchaba a los Beatles y a los Stones, no había terminado los estudios, ¿por qué me pasó todo esto a mí?, se pregunta hoy a través de una videollamada en su casa del condado de Buckingham.

Durante la entrevista, Kevin se tomó una pinta de cerveza de al menos 750 cc. mientras recordaba su vida. Sus canas se mezclan con el cabello todavía naranja y no ha perdido la sonrisa. Esa misma sonrisa que tenía aquel chico en un costado de la Azotea del edificio de Apple en Londres -en el minuto 1:28:54 del tercer episodio del documental- mientras en enero de 1969, escuchaba a McCartney cantando las estrofas de Get Back, la canción que Paul había creado delante de sus narices dos semanas antes.

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