Guido Sosola: Un 22 de mayo en la Ucevé

 

Un año muy particular el de 1969, iniciándose el primer mandato de Rafael Caldera. Derrotada política y militarmente la subversión armada, hubo una empecinada resistencia a través de las universidades públicas, bajo dominio de la izquierda de un leninismo irredento.





Es fácil constatar en la prensa de la época, los esfuerzos sistemáticos por lograr la nada inocente alteración del orden público y la descarada provocación de las sobrevivientes fuerzas irregulares, sin esperar al desarrollo de un gobierno al que el propio Steve Ellner le reconoció sendas iniciativas progresistas, en un libro publicado por el chavismo en el presente siglo. Y de sumar esto al propio alboroto que produjo la designación del ministro de la Defensa, bajo la protesta del general más antiguo, Pablo Flores, a favor del general Martín García Villasmil que después hubo que cambiar, convengamos en que algo muy serio se tramaba.

Apuntemos dos particularidades de la época: la una, la Universidad Central de Venezuela como refugio y vitrina de esas fuerzas irregulares con un predominio del PCV y de un MIR que se desmigajaba. Y, la otra, el principio de un gobierno demócrata cristiano que contaba con una extraordinaria juventud de probada combatividad política e ideológica que forzaba a la unidad de los comunistas y miristas para derrotarla.

Por entonces, era difícil la convivencia para los sectores estudiantiles y profesorales opuestos al marxismo en una ciudadela, como la de Villanueva, sometida a la violencia. Por lo que los jóvenes socialcristianos decidieron organizar una marcha para romper el sometimiento, por cierto, enfrentándose las direcciones de las llamadas Democracia Cristiana Universitaria (local) y la Juventud Revolucionaria Copeyana (nacional), en torno a su conveniencia y oportunidad.

El 22 de mayo de 1969, fue inevitable el choque y, por supuesto, salieron a relucir las armas de fuego, siendo herido Alexis Adams, de la Juventud Comunista, presidente de la Federación de Centros que no pudo morigerar a la ultraizquierda revanchista amparada por la autonomía universitaria. Y, entre los centenares de fotografías tomadas, sobresalió la del activista socialcristiano Gerardo Segovia, cuya propiedad – al parecer – es ahora de Getty Images, aunque parece tomada de los periódicos de entonces, disparando desde el suelo: “!Avancen, retrocediendo!”, fue la instrucción que dio el gordo Graterol a un piquete de militantes verdes al penetrar la vereda de plomo.

Los comunistas armaron un tremendo escándalo, como si ellos fuesen los carmelitas descalzos y no hubiera siquiera un cortaúñas en una universidad, cuya autonomía defendían como hoy ni se les ocurre hacer. Basta ver las prolongadas campaña de un semanario o quincenario llamado Deslinde, donde satanizaron a la muchachada copeyana a la que detuvieron en una jefatura civil de Caracas.

Hasta allí llegó la guachafita de los comunistas como engreídos dueños del patio, y la propia marcha se tradujo en una intervención de la Juventud Copeyana decidida por el partido de adscripción. Más de medio siglo atrás, aunque ahora no se crea, existían las juventudes políticas en Venezuela: al menos, constatemos eso.