Ucranianos dicen que no temen a vivir en Kiev a pesar de las amenazas de Rusia

Kiev, imagen cortesía.

“Esto no nos ha afectado en nada. Ya no existe estrés capaz de sacar de sus cabales a un ucraniano”, comentó hoy a Efe Guennadi, un obrero de 65 años que se empeña en continuar con su vida pese al peligro de una guerra con Rusia.

Aunque hay más de 130.000 soldados rusos concentrados en la frontera, Kiev, la capital de Ucrania, se resiste a declararse en estado de sitio.

Y es que nada apunta en esta ciudad a una posible guerra: la gente va a las tiendas, camina apurada a sus trabajos, todos aferrados a sus móviles mientras en sus conversaciones alternan con gracia natural el idioma ucraniano y el ruso, como si no se tratase de la lengua del “país agresor”.





ACOSTUMBRADOS A LOS PROBLEMAS

“Desde hace quince años estamos todo el tiempo en problemas: políticos, revolucionarios, militares. Nos hemos acostumbrado a todo y yo no sé qué podría ya sorprendernos o impactarnos”, afirma el obrero para defender que lo importante ahora es, como en los viejos tiempos, “construir, cultivar trigo, arar la tierra y templar el acero”.

No hay tropas que desfilen por las calles ni blindados apostados en las avenidas de una urbe que se encuentra a casi 700 kilómetros del frente del Donbás y a menos de 400 de la frontera rusa.

En el Maidán, epicentro de las multitudinarias protestas que casi ocho años atrás pusieron fin a la presidencia del prorruso Víktor Yanukóvich, ahora se congregan ociosas palomas que picotean mendrugos entre la nieve.

Aunque el invierno y la pandemia, que marca cada día nuevos máximos en Ucrania, son factores que reducen el número de transeúntes en las calles, los residentes echan mano de abrigos y mascarillas y van colmando la capital a medida que avanza el día.

SIN PÁNICO NI TURISTAS

Para una comerciante que prefiere no identificarse, sí hay cambios: “Casi no hay turistas extranjeros”. Eso sí, los negocios en la Avenida Kreschatik bullen como cada día de la semana.

“Hace falta que acabe pronto esto; el negocio está a la baja”, lamenta, pero antes de marcharse apurada por urgencias de trabajo, asegura que no habrá guerra.

“Todo esto es un farol”, resume su incredulidad.

Andréi, un profesional vinculado al sector de los pedidos estatales, tampoco cree que las tensiones entre Moscú y Kiev hayan incidido “en modo alguno” en la vida de los kievitas, ya que se trata de una crisis “a nivel de relaciones entre Estados”.

“Entre mis conocidos no hay nadie que se deje llevar por el pánico. Esta situación, por el contrario, obliga a la gente a dedicarse más a sus propios asuntos, aunque parezca raro”, aseveró.

ESTAR PREPARADOS ES ESTAR ARMADOS

Eso sí, aseguró a Efe que hay quienes se interesan en dónde están ubicados los refugios antiaéreos rescatados de la época soviética o buscan provisiones y reservas de medicinas para casos de emergencia.

Según Andréi, tanto en la capital como en otras partes del país, hay personas que “tienen una posición más activa y se preparan para una situación extrema”, al convertirse en voluntarios que tratan de apoyar al Ejército ucraniano por diversas vías.

Sin embargo, negó estar vinculado directamente a iniciativas como esta, aunque no se niega si algún conocido le pide ayuda.

“Tengo la esperanza de que nada de esto será necesario, pero estar preparados es estar armados”, añade, al señalar que no cree que suceda nada, “al menos por ahora”.

Para Guennadi toda esta crisis no son más que “juegos políticos de gente muy distante” a los ucranianos, “inventos” que no están dirigidos a crear sino a destruir, en referencia al presidente ruso, Vladímir Putin, al que responsabiliza de parte de los males que ha sufrido Ucrania durante los últimos años.

“No creo en la guerra, porque las fuerzas sanas tienen más poder que anormales como el ‘gran Putin’. Ahora todo el mundo se ha unido y pienso que ya él no sabe ni cómo retroceder para salvar una imagen más o menos decente”, afirma el obrero de la construcción.

Más aún, está convencido de que muchos ucranianos ya están cansados de tanta retórica belicista.

“Ya no creemos en nada”, concluye. EFE