José Azel: Nuestra era y la posverdad

En 2016, “posverdad” fue seleccionada por los Diccionarios Oxford como la palabra del año debido a un aumento del 2.000% en su uso, en comparación con el 2015. ¿Qué es exactamente la posverdad y cuáles sus implicaciones para la democracia?

Una benigna definición de Oxford dice: “la posverdad describe circunstancias en las que los hechos objetivos tienen menos influencia en la formación de la opinión pública que las apelaciones a la emoción y a las creencias personales”. Esta definición no alcanza a decir que la posverdad es más problemática y peligrosa que las simples mentiras de siempre.

Sabemos que mentir es malo. En Éxodo se describen los Diez Mandamientos como pronunciados por Dios. “No dirás contra tu prójimo falso testimonio” es el noveno de los Mandamientos, entendido como imperativo moral del judaísmo y del cristianismo.





La mendacidad es una constante en la historia de la humanidad, pero cambia de forma. La posverdad se diferencia de la mentira en que es una degradación de la verdad. La posverdad ignora y desestima la ciencia, las pruebas, los hechos y la propia verdad. Una característica que define a la posverdad es que quienes la emplean siguen insistiendo en sus posiciones incluso después de que se demuestre que esas posiciones son falsas. La posverdad no significa que la verdad desaparece, sino que deja de ser importante y es sustituida por nuestras emociones y creencias personales.

En nuestra era de posverdad, los sentimientos tienen más peso que las evidencias. El término posverdad se popularizó en 2016 durante tres eventos: el referéndum del “Brexit” en el Reino Unido, las elecciones presidenciales en Estados Unidos y el referéndum del acuerdo de paz en Colombia, que debía ratificar el acuerdo final sobre la terminación del conflicto entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC. En Colombia, en base a sondeos de opinión, se daba por descontada la aprobación del referéndum. La inesperada victoria del “No” se debió a las creencias personales, como ocurrió con el voto del Brexit en el Reino Unido, y a la victoria presidencial de Donald Trump en los Estados Unidos.

Los científicos sociales afirman que hemos desarrollado un cierto desprecio por las verdades incómodas. Tendemos a asociar la verdad con las malas noticias, y no queremos escucharlas. Así, en lugar de buscar la verdad, nos distanciamos de ella. Parece que estamos eligiendo vivir en una era de posverdad.

Las redes sociales, Internet y las noticias por cable amplifican el dominio de la posverdad. En el pasado, las noticias nos llegaban en forma de propuestas bien investigadas, o de opiniones cuidadosamente pensadas de periódicos respetables y otros medios de comunicación. Como ahora podemos elegir, buscamos los medios que refuerzan nuestras propias opiniones. Si FOX News es su fuente de noticias favorita, es poco probable que cambie de canal para MSNBC a fin de informase sobre la política.

Irónicamente, incluso cuando los medios de comunicación quieren ser imparciales, pueden crear un falso equilibrio que favorezcan afirmaciones no verificadas. Esto se debe a que dan la misma importancia a las interpretaciones sin fundamento que a los hechos. Si se dan a las opiniones el mismo peso que a los hechos, todo se vuelve relativo y sujeto a cierta perspectiva. La verdad pierde su valor moral.

Hoy en día, individuos con ideas afines crean clústeres de datos mediante las redes sociales e Internet. Esto da lugar a bolsas de información que ratifican las propias creencias y descartan toda información diferente. Los estudios demuestran que más del 60% de nosotros utilizamos las redes sociales como nuestra principal fuente de información (Pew Research Center). Es decir, obtenemos nuestra información de publicaciones poco fiables en Facebook y similares.

Lo más inquietante es que, según el profesor Filippo Menezer (Universidad de Indiana), cuya investigación se centra en las redes sociales y los medios de comunicación social, prácticamente no hay diferencia en la popularidad entre las noticias falsas y las verdaderas. Durante los últimos días de la campaña presidencial de 2016 en Estados Unidos, las noticias falsas obtuvieron tantos “like” en las redes sociales como las reales. Aparentemente, en política no se gana nada diciendo la verdad.

Lo que entraña la posverdad es que las opiniones tienen el mismo valor que los hechos. Esto es destructivo para la democracia, porque sin hechos en los que podamos estar de acuerdo, el consenso político se vuelve imposible.

El último libro del Dr. Azel es Libertad para novatos.