Los chacales marxistas al ataque: Trump y Occidente en la mira por Antonio Sánchez García @sangarccs

Los chacales marxistas al ataque: Trump y Occidente en la mira por Antonio Sánchez García @sangarccs

 

En una entrevista que le hiciera hace unos años la gran periodista italiana Oriana Fallaci a uno de los jefes del islamismo talibán se revelaron los únicos y verdaderos propósitos de las luchas del ISIS y el movimiento islámico. “No estamos solo ni exclusivamente empeñados en una guerra contra los Estados Unidos” – le explicó sin dejar la menor duda en sus palabras. “Estamos contra Occidente y el cristianismo. Y no nos detendremos hasta conquistar Roma y establecer el calificato que hará del Vaticano la Meca del Islám.”





Era la confirmación del enfrentamiento entre civilizaciones del que alertaba Samuel Huntington en su obra EL CHOQUE DE CIVILIZACIONES ante un Occidente absolutamente inconsciente de la amenaza bélica global que enfrentaba en la nueva configuración planetaria. Sin terminar de entender que la globalización había modificado brutalmente los términos de viejo enfrentamiento Oriente Occidente, que venía a sobreponerse a la belicosidad capitalismo socialismo, con el que se imbricaba.

Lo que la progresía occidental – un subproducto cultural e ideológico del fin de los estados nacionales y la existencia de un Occidente carente de sólidos y reconocidos liderazgos, aunque falsamente unificado por las redes, otro subproducto de la falsa conciencia global – se ha negado a reconocer, en la creencia de que la globalización no es un nuevo universo sociopolítico, sino simplemente la extensión planetaria del comercio internacional, es que la guerra, así oculte sus armas de destrucción masiva tras el fin de la amenaza nuclear, está tan viva como siempre lo estuvo. Hoy actualizada a través del siniestro Covid-19.

Reducida a la competencia mercantil y concretada en el mundo de los negocios, el verdadero antagonismo actual es el que enfrenta al capitalismo de Estado de la vieja dirigencia soviética china, que ha sabido apropiarse de las claves del funcionamiento de su principal enemigo, el capitalismo occidental, y su liderazgo político más consciente y combativo. La última frontera de Occidente. Que así insista en desconocerlo la falsa conciencia de su progresía auto mutiladora, es el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.

De allí el enorme significado de las actuales elecciones estadounidense. Para Trump, empeñado en la adecuada respuesta de su país a China y sus aliados del ISIS y la progresía mediática – CNN y los principales medios de prensa, radio y televisión, aviesamente conjugados en el único propósito de desbancar a Trump y fracturar el liderazgo de Occidente – , no se trata tan solo de permanecer en la Casa Blanca. Se trata de mantenerse firme en el último bastión de la libertad y la democracia, seriamente amenazados por el embate de las fuerzas neomarxistas, en sus distintas configuraciones – los medios, la academia, la progresía de todo signo y color, los partidos y los poderosos intereses económicos que albergan la esperanza de consolidar sus relaciones con los chinos y abultar sus ingresos crematísticos.

Es lamentable que los responsables de llevar adelante la campaña por la relección de Donald Trump no hayan sabido transmitirle al pueblo norteamericano y a sus aliados globales el verdadero sentido estratégico de mantener en la Casa Blanca a Donald Trump, que lejos de obedecer a sus personales intereses empresariales representa el único liderazgo norteamericano a las alturas del enfrentamiento estratégico global. Ese motivo de alta política ha sido desplazado por las querellas de peluquería y casas de vecindad, que producen más rating y entretienen más a las audiencias estupidizadas de la red. Y más lamentable aún es que la Intelligentzia y los medios de la llamada progresía jueguen el triste papel de comparsas de las fuerzas de nuestra destrucción.

Vivimos un momento extremadamente grave y complejo que apunta a la disolución de nuestro mundo de libertades y derechos. Y a la imposición de un totalitarismo global, apenas comparable con los totalitarismos del pasado. Jugar a la derrota de Trump ha sido jugar a la derrota de Occidente. Quien no lo comprenda, no merece la menor atención.