Américo De Grazia: Arco Minero, Caballo de Troya

Américo De Grazia: Arco Minero, Caballo de Troya

“Primero se acabará el agua antes que el petróleo”, vaticinó el entonces Presidente de Venezuela Rómulo Betancourt al decretar el Parque Nacional Canaima.

Éste es hoy patrimonio de la humanidad por disposición de la UNESCO. Sorprende que el liderazgo venezolano de esos tiempos haya trascendido hasta nuestros días, con recobrada vigencia, mientras la clase política contemporánea del país insiste en la retrógrada idea medieval del extractivismo minero. Hablando sandeces como “la mineria ‘ecológica’, ‘moderna’ o ‘sustentable’. Dejándose seducir por los lobbistas que se presentan cual “ángel del abismo” a ofrecer soluciones mágicas, para salir de la pobreza y el subdesarrollo.

Obviamente Chávez no fue la excepción. Bastó que le masturbaran el ego y se dejó arrastrar por la fiebre del oro a cambio de sostenerse en el poder de modo hegemónico. Detrás del extractivismo minero se ocultan “piratas del pasado’ operando con propósitos de futuro, como mercenarios de transnacionales de la depredación, cúpulas militares, dueños de grandes medios de comunicación, enchufados o inescrupulosos, ofreciendo propuestas que pocos pueden rechazar.





Así como a Chavez lo domesticaron y colonizaron con la praxis minera y extractivista, continuaron con Maduro y amueblan espacios en los predios de la ‘oposición’, con el fin gatopardiano de que en caso de cambiar todo, no cambie nada.

La mineria es una actividad quirúrgica, no una carnicería. Imagínense decapitar al paciente a propósito de practicarle una operación craneoencefálica. En consecuencia operar la minería es una excepción, no la regla.

Para lograr la mejor versión de Venezuela necesitamos desintoxicarnos de mineria, de extractivismo, de rentismo, de populismo, militarismo, centralismo y caudillismo. E insistir en que no es suficiente con salir de Maduro; estamos obligados a salir del modelo. Debemos defenestrar la Leyenda de El Dorado que por siglos se nos ha inculcado como objetivo de vida. La actividad minera es un atraso, es retrógrada. Es una blasfemia contra nuestra Amazonía, contra sus ríos, sus bosques, su biodiversidad, sus pueblos, sean estos indígenas o no. Todo el oro que se pueda obtener de sus entrañas no vale más que las cuencas hidrográficas para generar la electricidad que requiere el país. Venezuela se muere de sed a la misma velocidad que Maduro envenena sus aguas.
Si la humanidad superó la era de las piedras y se prepara para abandonar la del petróleo y la energía fósil ¿cómo es que pretenden seguir vendiéndonos la ‘era del oro’ como un capítulo de modernidad y progreso? Nunca destruir el ambiente puede ser una actividad moderna. El pan proveniente de la minería es engañoso y de sangre. El arco minero es herencia de huérfanos y nomenclatura criminal. Es un territorio ocupado por terroristas y traficantes de miseria mientras pretenden poner a la Venezuela pensante en pausa, lejos de la claridad.

De modo que este debate es crucial para el presente y el futuro del país y cuidado si para la región y el mundo por la onda expansiva que ello significa en la salud del planeta.

El sur del Orinoco no puede seguir siendo asaltado por las vías fácticas de quienes proponen el saqueo, la destrucción, la depredación y la muerte como único camino al desarrollo. A esta agresión hay que desvelarla, sea del signo político que sea. Por ello es pertinente empoderar a la sociedad civil y a la ciudadanía de toda la Información a nuestro alcance para que ésta sirva de antídoto y los ciudadanos se conviertan en operadores del cambio. En honor a aquella frase tantas veces repetida de “la primera de todas las fuerzas, es la opinión pública” es hora de no pecar de incautos, de desprevenidos, porque sobre todo está prohibido guardar silencio.