Rafael Quiroz Serrano: Crítica a la “Venezuela Energética” (III)

Rafael Quiroz Serrano: Crítica a la “Venezuela Energética” (III)

Democratización del petróleo

En esta tercera entrega, de la serie de artículos donde analizamos el libro “Venezuela Energética” escrito por Leopoldo López, en coautoría con Gustavo Baquero (LL/GB), abordamos el tema de la “Democratización del petróleo” que los autores plantean como solución al destino que debe dársele a los ingresos fiscales que recibe la nación por concepto de exportación petrolera. 

Bajo la premisa que “Todo el petróleo” tiene que ser “para todos los venezolanos”, “los dueños soberanos del recurso natural” (p. 244), los citados autores proponen distribuir el 50% de la renta petrolera entre todos los venezolanos mayores de 18 años, como un nuevo esquema distributivo donde se “incorpora a los venezolanos como acreedores directos de la factura petrolera” (p. 245). Es decir, en pocas y resumidas palabras, se trata, nada más ni nada menos, de la PRIVATIZACIÒN DEL INGRESO FISCAL PETROLERO.





Debemos empezar por aclarar que la citada propuesta ni es original ni es nueva. Viene desde finales de la década de los años `80 cuando el extinto Alberto Quirós Corradi junto con Francisco Monaldi (padre), eternos medradores de la privatización de PDVSA, lanzaron tan temeraria propuesta, y que afortudamente no tuvo acogida alguna; desde luego, que la propuesta de Quirós Corradi era la distribución de toda la renta petrolera, ahora esta nueva versión, un tanto más retocada y matizada, trae la modalidad de que se trata solo del 50%, y no del 100%, como en un principio se planteó. Sin embargo, tal propuesta va a cobrar cierto valor académico cuando desde el Instituto de Estudios Superiores Administrativos (IESA) lo van a plantear los Monaldi (padre e hijo) y también los Rodríguez (padre e hijo) igualmente del IESA. Estos dos últimos mencionados, debemos de reconocer, hacen una propuesta mucho más directa, seria, conceptual y académica en la que tanto Luis Roberto Rodríguez Pardo (padre) y Pedro Luis Rodríguez Sosa (hijo), logran desarrollar una tesis mejor elaborada académicamente y de mayor consistencia conceptual (no por eso dejamos de adversarla) en su libro de coautoría “El Petróleo como instrumento de progreso -Una nueva relación Ciudadano-Estado-Petróleo-” (Ediciones IESA, Caracas, 2012). Sobre esta propuesta nos referiremos en la próxima entrega.

LL/GB fundamentan la propuesta en lo que ellos llaman “Democratización del petróleo”, por lo que plantean “que parte de la renta petrolera sea depositada en cuentas individuales de cada venezolano mayor de edad sin distinción de ningún tipo (p. 246); pues es una forma de “distribuir de manera más justa, igualitaria y transparente el ingreso petrolero” (p. 245). Esto es simplemente populismo petrolero de la más pura rancia, que sirve como plataforma fácil para vociferar un discurso político en el que el petróleo, siendo su condimento principal, no se venderá ni llegará a oídos receptores que es su destino final, además de reforzar en el venezolano su cultura sociopolítica rentista.

 En Venezuela el político populista siempre ha tenido en la renta del petróleo un tema garantizado para sus proclamas y arengas. “¿Cómo distribuimos entre todos lo que pertenece a todos?” (p. 245), es una especie de rico caramelo que los autores colocan en la boca de quien lea su libro. Y entonces caen en un curioso y divertido juego “aeróbico” de palabras, haciendo extraños malabarismos “conceptuales” y de galimatías con términos como: Nación, Estado, Gobierno, República, soberanía, pueblo, población, propiedad, etcétera, para llegar a la “gloriosa” conclusión que hay que repartir el ingreso fiscal petrolero, porque todos los ciudadanos somos la Nación y todos los recursos naturales pertenecen a la Nación, por consiguiente todas las riquezas naturales de la Nación nos pertenecen a todos los ciudadanos. 

Veamos la opinión de un eminente jurista, quien fuera Fiscal General de la República: “Hacer distinciones artificiales o caprichosas entre el Estado y la Nación puede resultar altamente riesgoso. El Estado venezolano es la más alta asociación política de los venezolanos. El petróleo en manos del Estado es de los venezolanos” (R. Escovar Salom. Claridad sobre el petróleo. El Universal, 19 de abril de 1998, p. 1-5).  Desde luego que la nación es la propietaria de la riqueza del subsuelo que la sustenta y, por lo tanto, también es propietaria de la empresa (PDVSA), de allí que ésta es propiedad común de todos los venezolanos, mas no de los venezolanos considerados individualmente, sino del colectivo, del conglomerado, que tiene que tener continuidad en el tiempo y en la historia misma. Por ello, su manejo y administración tiene que ser ejercida por el Estado (que es la expresión institucional y jurídica de la república y la nación), y no puede ser enajenada ni usufructuada por ninguna individualidad para ningún interés en particular; por tanto, suena necio y además no es procedente que dicha propiedad sea repartida a manera de piñata o torta entre todos los venezolanos, poniendo bajo riesgo el bienestar general y colectivo de las presentes y, sobre todo, de las futuras generaciones. 

¿Y los demás recursos naturales…?

Y qué decir de los demás ingresos que percibe el Estado por los otros recursos naturales que tiene el país, tales como oro, diamantes, coltàn, bauxita, carbón, torio, etc…, porque LL/GB no hacen distinción ni diferencia alguna al manejar el concepto de recursos naturales, y esos también pertenecen a la nación y nos pertenecen a todos los ciudadanos por igual. Entonces, también tendremos que distribuir tales ingresos entre todos los venezolanos mayores de 18 años? Hasta dónde se estaría auspiciando la holgazanería, comodidad y maulerìa en Venezuela con esta dadiva directa o renta parasitaria, especie de manguangua, otorgada sin trabajo ni esfuerzo alguno? Pero… no es que para reconstruir este país, primero tenemos que rescatar los valores y principios morales, éticos, religiosos, etc…y entre esos el valor y el amor al trabajo, donde el dinero que ganemos provenga del esfuerzo y el sacrificio diario, que es como se construye un país, y no el de esperar cómodamente sentado a la puerta de la casa, en el patio del conuco o a orillas de la carretera en pleno paramo andino, a que me llegue la renta petrolera sin ningún trabajo como contraprestación, solo por el hecho de que los recursos naturales son de la nación y por lo tanto todos los nacionales somos propietarios individuales de ello (LL/GB), según predican algunos apologistas del ingreso petrolero, que se disponen a repartir la renta cual reina de carnaval reparte caramelos, serpentinas y papelillos desde el estrado de su carroza.         

Por analogía tendríamos que aplicar la misma lógica al presupuesto nacional, puesto que es un presupuesto que pertenece directamente a la nación y, por consiguiente, a todos sus ciudadanos que integramos la nación, y la misma argumentación serviría, según LL/GB, “…en la práctica este ha sido usado para financiar los intereses de las personas o grupos que han controlado el Estado y para comprar voluntades mediante la generación de una relación clientelar con los ciudadanos, quienes reciben los bienes y servicios públicos como un regalo del gobierno y no como una obligación de quien es el administrador de su riqueza (p. 245).” Entonces, nos preguntamos, por esa misma línea de conceptos arbitrariamente interpretados, también deberíamos dividir el presupuesto nacional por el número de ciudadanos mayores de edad y que cada quién, con la porción de presupuesto que le corresponda individualmente, se las arregle para suministrarse así mismo los servicios públicos, y evitar que el Estado dilapide y malverse tal presupuesto, que es de todos por ser de la nación, según LL/GB. Esto, lo que haría es reforzar más en el venezolano su comportamiento individual, meramente particular, sin importarle el resto de la sociedad, lo colectivo, lo general, el conglomerado y las grandes mayorías, que son las que al final se van a beneficiar de los servicios y obras públicas y sociales, que se construyan con los ingresos petroleros. Los olivos no nacen precisamente en sus riveras.

Acaso, de a dónde ha salido esa red de infraestructura vial que atraviesa todo el país, hospitales públicos, institutos educacionales, complejos polideportivos, parques, puertos y aeropuertos, y demás obras públicas, sino es de los ingresos petroleros que por concepto de exportaciones le han ingresado al Estado venezolano.

 En manos del sector privado, todos esos ingresos (petroleros) hubieran ido a parar en 24 horas a la banca neoyorkina o londinense; el mismo destino que tuvieron los miles de millones de dólares que sirvieron como auxilios financieros para la banca venezolana, durante la crisis bancaria de 1994. Lo que tenemos es que seleccionar gente honrada, eficiente, eficaz, competente, proba y capaz, y que en forma transparente maneje los recursos del erario público; funcionarios que se sometan a lo establecido por la Constitución Nacional relativo al “Régimen Presupuestario”, que a saber reza lo siguiente: “El ingreso que se genere por la explotación de la riqueza del subsuelo y los minerales, en general, propenderá a financiar la inversión social productiva, la educación y la salud” -el subrayado es nuestro- (Art. 311, CRBV, p. 273). Está claro, que este principio constitucional es contrapuesto a lo que planten el binomio de coautores de “Venezuela Energètica”, por lo que tal planteamiento, de aceptarse, es flagrantemente violatorio a la Constitución Nacional. 

Por una oleada circunstancial de corsarios y asaltantes de camino, que saquearon durante 20 años este país, no podemos convertirnos en junta liquidadora del Estado venezolano, y despojarlo de todos sus deberes, responsabilidades, tareas y obligaciones que son propias de él, y que por lo demás el sector privado no lo va a hacer, no solo porque ese no es su rol, sino porque están concentrados en su único paradigma que es la maximización de la tasa de beneficio o ganancia, para amasar grandes fortunas y así decir que hay crecimiento económico y prosperidad en “general”. Ergo, para botar el agua de la tina no tenemos por qué tirar el bebe al piso, ni mucho menos descuartizar la tina, pues ni el bebe ni la tina son culpables de que el agua esté sucia, en todo caso será culpa de quien esté cuidando el bebe. Esa persona, es a la que tenemos que cambiar.     

¿A qué Justicia se refiere?   

Cuando LL/GB hablan de “distribuir de manera más justa, igualitaria y transparente el ingreso petrolero” (p. 245), ratificando más adelante, como para que no quede duda, “Y detrás de la noción de igualdad se encuentra la noción de justicia” (p. 247); no sabemos a qué JUSTICIA se refieren…? Acaso podrá haber JUSTICIA en una distribución de la renta petrolera donde un anciano labriego de 85 o 95 años de edad, que le dedicó toda su vida al trabajo cotidiano, sin descanso y sin tregua alguna, cultivando hongos y champiñones en el pie de monte andino, reciba el mismo ingreso que un chamo párvulo de escasos 18 años, que apenas está finalizando el bachillerato y que no ha sembrado, en toda su corta existencia, ni un solo tomate. ¿Acaso, es esto justo…o, es que a esto le llaman JUSTICIA? La verdad es que a este planteamiento no podemos menos que calificarlo como un dislate, por no decir un adefesio.

Además, como los autores -tal como ya lo afirmé- no establecen distinción ni diferenciación al hablar de los recursos naturales que son propiedad de la nación, y de todos los ciudadanos, y se olvidan de la flora y fauna que igualmente son riqueza y recursos naturales, también la bella cordillera andina y el amazonas entrarían en tal categoría. Y en forma si se quiere jocosa, preguntaríamos: será que le damos a cada uno de los venezolanos mayores de edad, cierta cantidad de animales y plantas, un pedazo de los andes y del llano, ciertas hectáreas de la selva amazónica, etc., para que así podamos los venezolanos decir con propiedad de que “eso” es nuestro, y para que no lo maneje el Estado y el gobierno, que son malos administradores y pésimos gerentes. Al Estado no se le debe satanizar por la experiencia que hemos tenido en los últimos veinte años (1999-2019), donde una secta de picaros y malandros de toda laya asaltaron y saquearon la nación, y despilfarraron la mayor bonanza de petro-dolares de toda la historia, y que jamás haya tenido la república desde el alba de la patria libre. 

Si esos son los parámetros a tomar en cuenta para reconstruir este país, entonces aquí lo que hay que hacer es desmontar y desmembrar al Estado, y por consiguiente privatizar no solo aquellas empresas que nunca han debido de estatizarse y raptársele al sector privado, sino también los institutos autónomos, ministerios, organismos públicos y hasta el mismo Palacio de Miraflores, que igual es todo un desorden y desastre. 

Es decir, aniquilemos el Estado y todo lo que nos huela a sector público, para que así el sector privado reine a solas para siempre, y defina reglas y pautas donde ese sector, a su antojo, maneje la anarquía que ellos mismos impondrán. No hay que derrumbar la catedral para matar el ratón que se está comiendo las hostias de la sacristía, más si hay sospechas que en tal acto de sacrilegio pudiera tener participación el monaguillo y/o el sacristán.

 

Privatización del ingreso

En “Venezuela Energética” LL/GB no dejan lugar a dudas que la Democratizaciòn del Petròleo, que ellos proponen, no es otra cosa que la Privatización del Ingreso Fiscal Petrolero, envuelto en el papel celofán del Populismo Petrolero, y todo ello bajo la explicación y predica de la limosna ideológica del populismo. Y así quieren hacernos creer que “esta forma de repartición de la renta petrolera es profundamente democrática y vendría a ser la mayor conquista de igualdad social luego del voto universal.” (p. 247); es decir, pura demagogia petrolera escrita en un himno angelical elevado al arco iris, en una mañana primaveral, y que será oído y cantado por toda la feligresía de “aquel” acto religioso dominical. 

Finalizamos afirmamos, una vez más, que no queremos la actual PDVSA, la de Rafael Ramírez y Alí Rodríguez, la de Nelson Martínez, Eulogio Del Pino, Bernard Mommer y Manuel Quevedo; pero tampoco queremos, igualmente para nada, la PDVSA de Luis Giusti y Erwin Arrieta, la de Quirós Corradi y Toro Hardy, la de “Los petro espias” y pago de coimas, la que maquilaba informes para trampear a la OPEP y adulteraba cifras para engañar a la dirigencia política de entonces. Queremos una TERCERA PDVSA transparente, eficiente, eficaz, profesional, honesta y que cumpla a cabalidad las instrucciones que emane del Ministerio de Petróleo, dentro del marco de una política petrolera cónsona con los intereses de la nación, y no necesariamente del mercado petrolero. 


Economista-Petrolero | Jefe de la Cátedra de Economía y Política Petroleras EEI/FaCES/UCV