William Anseume: Sexo en crisis

William Anseume: Sexo en crisis

Iba a titular este artículo de otra forma. Me contuvo esa moralina tan venezolana e hipócrita -soy venezolano- respecto al sexo, que nos reprime a diario a llamar las cosas por su nombre, aunque duelan en el interior o a lo externo, en la piel. Incluso se nos dificulta aún hablar de esto. Tabú a estas alturas de un siglo XXI que nos aguarda imperturbable, cuando los perturbados somos nosotros. Nadie, creo, se ha dedicado a plantear la tragedia que representa la imposibilidad de copular en medio de esta crisis. El término copular suena a rigor científico y nadie lo usa casi en ningún sitio para referirse a coger, ni en las consultas con sexólogos. Y coger está registrado como una vulgaridad. He allí el problema, coger suena y se entiende como una acción y un decir vulgar, cuando evoca el sexo o la cópula, me da prurito más bien esta última palabra como higiénica, ya veremos por qué.

¿Por qué nadie habla de cifras, de estadísticas, de los bajones sexuales y las dejadeces? Ese montón de parejas rotas: ¿como copula? ¿Virtualmente, como serán las clases ahora? ¿Con llamaditas vibrátiles? Se les va el macho o la hembra -no distingo aquí, a propósito, si son de sexos opuestos o de los mismos, o trans- voy al hecho crudo de que aquel o aquella se va ¿y qué? La subida del dólar va inversamente proporcional a los bajadones libidinosos y sexuales. La hiperinflación mata no sólo las redondeces pasionales. ¿Quién “copula” con hambre? ¿Quién copula con crisis nerviosa, con angustia de sobrevivencia? Parte de la diáspora, estoy convencido, tiene que ver con dejaciones sexuales. Divorcios, suicidios, provocados por el hambre de no alimentación y la natural hambruna de sexo que produce el no poder adquirir siquiera un elemento protector porque: ¿Quién quiere más niños así? ¿Quién quiere más enfermedades así? ¿Quién coge y dónde así? Dejo abierta aquí la imaginación. Pensemos que la impotencia, en el caso masculino, es como un priapismo a la inversa, para ser masculina-mente positivos. O la frigidez una reacción actual al no me mires, no me toques, si no tienes un con qué mirar o tocar para poseer, un adormilamiento de las ganas, no por falta de ellas sino por necesidad impuesta, a veces incomprensible.





Amor con hambre no dura, señala el cuidadoso decir antiguo. La mengua es tanto de billete como de roces y alimentos. Un vecino me señala la angustia de un compañero que estuvo en el trabajo por sólo una hora y manifestó la razón de su ausencia posterior: una interminada e interminable,” por ahora”, discusión con su pareja. El sueldo no le alcanza. Es la manutención, pero también el necesario vivir bien y la protección del futuro. Así que, cuando decimos que la plaga acabó con todo, tenemos que incluir como principalísimo el acabamiento del sexo, de los afectos, de las reuniones sociales propiciadoras, de las relajaciones brindadas por las muy bien llamadas bebidas espirituosas, de las celebraciones que dan rienda suelta a la liberación de los sentidos, del placer gustativo, bebestible y táctil que lleva a la degustación y gusto por el otro o del otro.

Para otras ocasiones dejaré pendientes las políticas sexuales y del sexo como política descuidada en las leyes venezolanas. Baste saber que el diccionario que ahora puedo consultar señala copulación como la “Unión entre individuos pertenecientes a sexos distintos…”. Baste saber que le sacan permanentemente el cuerpo a la discusión tal vez por complacencia de fundamentos religiosos también cargados de hipocresía. Habrá que ver qué dice el teorico-abstracto “plan país” al respecto, cuando se pueda tener a mano para analizarlo. Habrá que esperar que no sigan diciendo que hay temas más relevantes que la felicidad humana, como si de eso no se tratara parte fundamental de la búsqueda política. Por lo pronto, quería hacer leve mención a la crisis sexual y social provocada desde el poder. Una manera vil también de someternos. Otra razón más para procurar las libertades.