Víctor Jiménez Ures: Nuestra meta debe ser una Venezuela trabajadora

Víctor Jiménez Ures: Nuestra meta debe ser una Venezuela trabajadora

Hace poco, alguien a quien aprecio mucho me dijo una verdad incómoda, políticamente incorrecta y bastante chocante, pero al fin y al cabo, una verdad: En la Venezuela chavista, en la Venezuela del Socialismo del Siglo XXI, nadie progresa trabajando honradamente. ¿Desagradable, no es así? Pero tristemente cierto. Desde luego, seguramente existirán honrosas y contadas excepciones, no obstante, en líneas generales, hay que admitirlo, floreció una nueva clase social, una burguesía que hace veinte años vivía en sectores populares (No tiene nada de malo pertenecer a uno) y que medró meteóricamente alcanzando niveles de opulencia insólitos; apenas imaginados por profesionales y trabajadores decentes.

Ahora bien, como si no fuere suficiente el evidente desestimulo a la honradez que reciben nuestros jóvenes al constatar el éxito y prosperidad de los corruptos, en comparación con la carestía de la mayor parte de quienes viven su vida decentemente; tenemos que en la Venezuela de Nicolás Maduro cada vez hay más personas que se cuestionan si vale la pena trabajar; y tienen sus buenas razones para dudarlo:





Primero: El salario no alcanza ni siquiera para cubrir la cuarta parte de la cesta básica alimentaria, ni hablar de pequeños “lujos” como ir al cine.

Segundo: Es casi imposible comprar un antigripal, ni hablar entonces de los antibióticos, mucho menos de hacer frente a enfermedades complicadas. ¿Quién a estas alturas no conoce la historia de alguien que murió por falta de medicinas?

Tercero: La ropa y los zapatos se van gastando con el vaivén diario, y resulta literalmente imposible reemplazarlos.

No es de extrañar que ante todo lo anterior, los muchachos de hoy en día concluyan que: “trabajar es de pendejos”… y el testimonio de los valientes que aún laboran, y acuden a sus puestos de trabajo con el estómago vacío y con la ropa gastada, rota o remendada, parece confirmárselos. Tal y como lo señaló El Nacional, en su edición del domingo 20 de enero de 2019: en Venezuela tenemos los precios de Suiza, pero los salarios de Haití.

No albergo dudas de que forzar a los jóvenes a concluir que el trabajo es para los pendejos formaba parte del plan de la Dictadura, pues de esa manera tendrá nuevas generaciones de ciudadanos dependientes de las ayudas sociales, cómplices de las arbitrariedades y, desde luego, con moralidad flexible. Ese es “El hombre nuevo revolucionario” que nos anunció Chávez hace más de una década… una generación sin valores, una subcultura negativa que arropó a todo un país, una sociedad donde lo bueno es malo, y lo malo es bueno… la corrupción nefasta de todo lo noble y positivo de nuestra venezolaneidad.

Sí, Venezuela cambiará… pero ese desprecio al trabajo que hoy muchos jóvenes sienten también debe cambiar, pues les digo, estimados lectores, esos antivalores ya fueron asumidos e internalizados, razón por la cual, reeducar a toda una generación entera de chamos deberá ser una de las labores en las que el nuevo gobierno tendrá que emplearse a fondo, poniendo toda su dedicación y empeño.

Recordemos que la prosperidad de los países del primer mundo no se basa en sus recursos naturales (que a veces ayudan) sino en su fuerza laboral, en la internalización del valor del trabajo como el bien más preciado de sus sociedades, y en la capacidad de trabajar y producir como parte de las cualidades más deseadas en el padre de familia perfecto.

Dios Bendiga a Venezuela.

Víctor Jiménez Ures

@VJimenezUres