¿Qué cambiará el 20 de agosto?, por Víctor Jiménez Ures

¿Qué cambiará el 20 de agosto?, por Víctor Jiménez Ures

Víctor Jiménez Ures

 

De entrada se los digo: La Asamblea Nacional Constituyente no tiene legitimidad alguna para derogar la Ley de Ilícitos Cambiarios, eso de por sí es un exabrupto jurídico del tamaño de nuestra inflación; por tanto,  no puede entenderse que haya gente dentro de la “oposición” que salude con beneplácito esta nueva muestra de arbitrariedad y malandraje anti-institucional que, como veremos, en su propio origen alberga la semilla del fracaso.

A ver, empecemos por el principio: Aunque a estas alturas no han explicado claramente de qué va el asunto del Bolívar Soberano, la polémica eliminación de los cinco ceros y el anclaje  de la “nueva moneda” al Petro, podemos inferir, conforme a una lógica más o menos coherente, que el objetivo podría ser reiniciar la economía,  basando la moneda nacional en las riquezas del Estado y a partir de allí, evitar la emisión de dinero inorgánico que, a fin de cuentas, es el principal desencadenante de la inflación.





Eso suena bien… pero cuando el Estado cuenta con riquezas disponibles, contantes y sonantes, como lo serían las reservas de oro; de modo que cada bolívar estaría sustentado por el oro de la Nación y por tanto, su valor nominal sería su valor real. No obstante, lo que ellos proponen es fundamentar el valor de la moneda en el Petro… que a su vez, está basado en las reservas petroleras de Venezuela, específicamente en 5.342.000.000 de barriles del campo N° 1 del Bloque Ayacucho de la Faja Petrolífera del Orinoco. Se trataría pues, de una moneda cuyas bases se erigen sobre una abstracción creada por el Estado (El Petro), siendo que, en última instancia, es el mismo Estado quien determina su valor nominal, conforme a sus intereses, y siguiendo una lógica bastante oscura. De este modo, un barril podría equivaler a un Petro, a diez, a Mil o a un Millón de Petros… da igual.

Por otro lado, si el Petro se basa en el petróleo, debemos tomar en cuenta que no se trata de barriles almacenados meticulosamente en un galpón, sino de “barriles” enterrados en el subsuelo, esperando a ser extraídos. Sin embargo, la falta de inversión y la escasez de personal calificado para dirigir a PDVSA, han traído como consecuencia la dramática caída de la producción de barriles de petróleo. Ya lo decíamos en otro artículo, meses atrás, en 1998 la capacidad de producción diaria de barriles de petróleo era de 3.500.000, siendo que, en lugar de aumentar, la capacidad había caído dramáticamente a la mitad. En números, podemos decir que en diciembre del 2017, la capacidad de producción petrolera de Venezuela cayó a 1.621.000 de barriles diarios, lo cual representó su registro más bajo en tres décadas.

En este punto, es menester recalcar que gran parte de nuestro petróleo es pesado (mala calidad) y resulta imprescindible refinarlo a través de aditivos químicos o mezclándole con petróleo liviano, a los efectos de su óptima comercialización. Más concretamente, Venezuela tiene en sus reservas 316.000.000.000 de barriles, de los cuales solamente 40.000.000.000 son de crudo liviano. Sin embargo, los costes de extracción son tan elevados que nuestro país se ha dado a la tarea de comprar petróleo liviano a otras naciones, pues les resulta más rentable.

Además, casi no tenemos capacidad para refinar nuestro propio petróleo, y la poca que tenemos irá disminuyendo con el pasar de los meses. Los constantes accidentes en la refinería de Paraguaná dan fe de la falta de mantenimiento y del progresivo deterioro de los complejos refinadores que, tristemente, no son prioridad para la dictadura, en tanto que, los pocos ingresos entrantes se destinan a la manutención de la gigantesca administración pública y demás chantajes sociales, como lo es el CLAP. Debe tomarse en cuenta que el 40% de los barriles obtenidos tan precariamente le son arrebatados a la Estatal petrolera venezolana para cumplir los acuerdos políticos alcanzados con China y Rusia.

En conclusión: El nuevo Bolívar Soberano estará basado en una moneda virtual que a su vez se sustenta en una riqueza petrolera que no tenemos capacidad de extraer…

Omitiendo lo anterior, imaginemos que el Petro es real, que tiene base cierta, que además el Banco Central de Venezuela no volverá a crear dinero inorgánico, y que se eliminará el control cambiario… todo el mismo día. No parece tan mal comienzo ¿cierto? Sin embargo, estamos obviando la macro devaluación que se nos viene encima, así como el brutal encarecimiento de  todos los bienes y servicios, incluida la gasolina.

En el mismo sentido, hay muchos optimistas que sinceramente creen estar a las puertas de una liberalización del mercado cambiario que conllevará al florecimiento de una economía sin restricciones, no obstante, omiten tomar en cuenta dos aspectos importantes:

1-     Nada se ha dicho respecto a cómo se habrá de regir la economía después de entrada en vigencia la derogación de la Ley de Ilícitos Cambiarios.

2-     La tendencia apunta hacia la profundización de los sistemas regulatorios, de control y chantaje político, y para muestra un botón: Carnet de la Patria para comprar gasolina.

Posiblemente, y siguiendo su larga tradición interventora, la dictadura pretenderá asignarle un valor equivalente a cada bolívar respecto a los odiados (y amados) dólares; lo cual traerá como consecuencia inmediata la reaparición del dólar paralelo (en el supuesto negado de que dejase de existir). No obstante,  imaginemos que eso no sucederá, y que Nicolás Maduro no pondrá restricciones en cuanto a la cotización de las monedas extranjeras, esto traerá como resultado una (en la práctica al menos) dolarización de la economía y posiblemente la coexistencia de ambas monedas, cuyo valor se determinará en función de la oferta y demanda. ¿Qué sucedería en ese escenario? El Bolívar se devaluaría de inmediato, debido a la falta de dólares que tiene ahogada a la economía.

En otras palabras: Aunque permitan la libre circulación del dólar, la dura verdad es que no hay dólares para la oferta. Se dice fácil, pero los capitales privados no se mueven según la voluntad de los gobernantes, y menos si se trata de una dictadura inestable… en realidad, no hay nada más nocivo para los mercados que la inestabilidad. ¿Qué inversor estaría dispuesto a mudar su capital a Venezuela y arriesgarse a que, de la noche a la mañana, le congelen las cuentas y le roben impúdicamente sus haberes con alguna medida tan ilegal, incoherente, inesperada y cochambrosa como lo fue la  derogatoria de la Ley de Ilícitos Cambiarios por parte de la fatua Asamblea Nacional Constituyente?

Para atraer al capital extranjero, entre otras cosas (incluidas la estabilidad jurídica y el respeto a la propiedad privada), Nicolás Maduro y su combo tendrían que abandonar el poder, pues ellos son el principal obstáculo para el florecimiento de la economía, dada la poca confianza que inspiran. Sin embargo, es improbable que vayan a ceder el poder político (salvo en apariencias, a favor de alguna figura de su entorno, en el marco de alguna estrategia maquiavélica encaminada a lavarle la cara a la dictadura en el exterior) entonces ¿Qué capital dolarizado estaría dispuesto a mudarse a Venezuela? Para empezar, el de muchos rojos temerosos de perder sus mal habidos ahorros en algunas de las tantas rondas de sanciones internacionales que periódicamente suelen implementar los países democráticos. Ciertamente, ellos mismos se habían entrampado pues la férrea regulación cambiaria les obligaba a tener sus millones de dólares en cuentas internacionales, donde son vulnerables. Luego, en la fila de interesados en traer capitales a Venezuela tendríamos a los chinos y ¿cómo no? a la madre Rusia.

No nos engañemos, estas reformas no buscan la mejora sustancial de la calidad de vida de los venezolanos, sino oxigenar a la dictadura, salvar el capital que les queda en el extranjero, y abrir las puertas de par en par para concretar la tan largamente anunciada hipoteca del país en manos de potencias extranjeras. Recordemos siempre. Nada que sea bueno para ellos, puede ser bueno para nosotros.

No, no hay nada que celebrar.

Dios bendiga a Venezuela.

Víctor Jiménez Ures

@VJimenezUres