Rafael J. Avila D.: “¡No tengáis miedo!” (a competir)

Rafael J. Avila D.: “¡No tengáis miedo!” (a competir)

Cualquier emprendedor podría pensar que algo muy bueno que le podría ocurrir es quedarse sin competidores… Aunque no hay duda que tener un poder monopólico (p.e. ser el único en proveer un bien o servicio, o no tener sustitutos cercanos) te da la fuerza, la ventaja, para imponer condiciones de precio y calidad, y obtener ganancias extraordinarias del mercado, el emprendedor no debe temer a la competencia; por el contrario, debe propiciarla, favorecerla. Con la competencia gana la sociedad en su conjunto, gana el emprendedor (quien también lógicamente es parte de esa sociedad): ganamos todos.

Pero recordemos inicialmente qué es emprender…

Emprender es una actividad compleja pero natural al ser humano. Emprender no es fácil, y allí justamente está lo que lo hace interesante. Es una actividad particularmente importante en la actualidad, debido a los crecientes retos sociales y económicos globales. Emprender es una fuerza que dinamiza y da vitalidad a los aparatos productivos de las sociedades. Emprender implica esfuerzo, hacer frente a dificultades pero con la resolución de alcanzar algo. El emprendedor tiene una capacidad para dar el extra que lo lleve al logro de la meta, del objetivo, del sueño trazado. Emprender requiere la conjunción de actitudes y aptitudes que impulsan a asumir nuevos retos; darle forma concreta a aspiraciones. El emprendedor asume riesgos, invierte recursos (materiales, tiempo, esfuerzo).

Los emprendimientos pueden ser de negocios o sociales, pero cualquiera sea su tipo, tratan de mejorar algo ya existente o de realizar cambios disruptivos, ofreciendo algo inexistente. El emprendedor es persistente, tenaz, disfruta lo que hace, por supuesto disfruta sus éxitos, y aunque no celebra las derrotas, aprende de ellas. El emprendedor posee una gran inspiración: quiere dejar huella, quiere mejorar su calidad de vida, la de su familia y la de la sociedad. El emprendedor tiene determinación, mística, posee o busca poseer una serie de competencias: conjunción de habilidades, conocimientos, valores, motivaciones, actitudes y aptitudes que lo conduzcan al éxito. El emprendedor como competencias tiene: capacidad para ver ventanas abrirse u oportunidades aparecer; aprende de su experiencia y de la de otros, sabe que debe formarse y trabajar duro; tiene visión estratégica pues sabe alinear recursos hacia un objetivo y adaptarse a circunstancias; es innovador; es líder pues sabe alinear voluntades hacia objetivos comunes; posee mucha pasión, entrega y compromiso; y es responsable socialmente pues evalúa el impacto de su emprendimiento en el entorno, consciente de que lo bueno para la sociedad es bueno para su negocio o proyecto. El emprendedor posee: ética, rectitud, integridad, honestidad, dignidad, respeto, capacidad para trabajar en equipo, tolerancia, colaboración, persigue la excelencia, busca la competitividad y productividad, mantiene serenidad y sentido común, solidaridad, generosidad, y sabe que el éxito está en servir a los demás, para mejorar el bienestar y calidad de vida de ellos.

Uno de tantos beneficios que da el emprendimiento a la sociedad, es el modelaje que dan los emprendedores que han alcanzado el éxito en buena lid. Allanan el camino de los emprendedores que vienen detrás. Forman, propagan competencias que nos hagan más productivos, competitivos y prósperos como sociedad. Transmiten valores como la perseverancia, visión de largo aliento, cooperación, compromiso, aprendizaje y calidad.

Venezuela es reconocida mundialmente por su gente de vocación emprendedora. Esto nos enorgullece y alienta a seguir adelante. Además, está llena de emprendedores que en el camino llevan no pocos tropiezos, pues están expuestos a un entorno muchas veces hostil para el comienzo y materialización de una idea de negocios. El emprendedor venezolano se adapta a las variaciones del entorno y se reinventa constantemente.

El emprendedor debe enfocarse en agregar valor… ¿Y cómo es esto de agregar valor?

Pues consiste en ese proceso en el que el emprendedor trata de descubrir las preferencias de los consumidores: gustos, expectativas, necesidades que quieren sean satisfechas; y se empeña en satisfacerlas a través de la producción de un bien o servicio, de la manera más eficiente posible; es decir, agregar el valor que quiere el consumidor, con el menor esfuerzo posible. Los costos son mediciones de esfuerzos. Este proceso es iterativo, y el emprendedor todos los días está en ese constante descubrir; es parte de su cooperación creadora en la sociedad: se anticipa a las preferencias de los consumidores, asume riesgos y costos hoy, para producir un bien y servicio que entregará mañana a unos precios futuros (y por ende inciertos). Asume costos para producir algo cuyo valor lo pone un tercero: el consumidor.

Pero así es que avanza el mundo… en esa competencia entre emprendedores que tratan de satisfacer a consumidores, agregándoles valor, innovando tratando de hacer las cosas cada vez mejor, siendo creativos, se van produciendo mejores bienes y servicios, de mejor calidad y a mejores precios, se crean y amplían mercados, y el mundo avanza y la sociedad vive mejor. Además, el emprendedor crea fuentes de empleo e innovación.

Si en ese ambiente competitivo, la preferencia de los consumidores va otorgándole al emprendedor un poder monopólico (monopolio natural), entonces quiere decir que la sociedad en su conjunto se está beneficiando. Por lo tanto la relación sana no es que el emprendedor trate de obtener una prebenda o privilegio, y con ello poder monopólico y beneficios extraordinarios, sino que el emprendedor en esa constante innovación y esfuerzo por servir cada vez mejor a la sociedad, esta lo premie con su preferencia hasta darle una gran participación en el mercado; así ganaremos todos: emprendedores y consumidores.

Un beneficio que generalmente olvidamos de un ambiente competitivo, es la señal que da la fidelidad del cliente que escoge libremente entre varias y diversas opciones. Dicho de otra manera, si fuésemos los únicos en ofrecer cierto bien o servicio, cierto producto, por lo tanto la única opción que tiene el consumidor para escoger, no sería sensato vanagloriarse diciendo que tenemos un mercado fiel a nuestro producto: “Fíjate, los clientes siempre seleccionan nuestro producto” (¡¿y cómo no, si es el único?!)… En esa circunstancia en la que no hay alternativa, no podemos aseverar que gozamos de la fidelidad del consumidor; se pierde la señal de que estás haciendo las cosas bien o mal, que te da la repetida preferencia o no del consumidor que puede escoger entre varias opciones. Es decir, si ante varias opciones el cliente prefiere nuestro producto, es porque lo estamos haciendo mejor que la competencia; si no nos escoge, es una señal de que no lo estamos haciendo tan bien.

El emprendedor debe estar siempre alerta, con todos los sentidos atentos, escuchando al mercado, a su consumidor, buscando señales que le indiquen sus preferencias, qué necesidades desea satisfacer, atento a oportunidades, y ser muy creativo para hacerlo, consciente de que otros emprendedores también querrán hacer lo mismo. El emprendedor debe aprender todos los días de su experiencia y de la de los demás. Debe revisar sus competencias, actitudes y aptitudes. La mejor recompensa que tiene el emprendedor es gozar de la preferencia del consumidor y de forma repetida, perpetuada en el tiempo; los beneficios vendrán por añadidura.

Bueno amigos, a competir y a ser competitivos; mucho éxito en sus emprendimientos que así ganamos todos.

 

@rjavilad

rjavilad@gmail.com

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