Richard Blanco: La expiración de un pueblo

Richard Blanco: La expiración de un pueblo

thumbnailrichardblancoLa inmediatez de la noticia se vuelve abrumadora, desde hace unos años nada nos es ajeno solo que el repunte actual es abismal. Las redes sociales, los medios digitales, (y si la escasez de papel lo permite, la prensa escrita también sirve como vehículo para las malas noticias), se encargan con cada hecho nuevo y violento, robarnos cada suspiro en cuestión de minutos. Una cifra color rojo escarlata te sepulta la vista y la conciencia; te paraliza. No es más que una vida perdida traducida en números. Y para algunos no hay nada curioso en ello.

¿Las razones? Esas resaltan, son obvias. La inseguridad aplastante, una de las tantas plagas que ha invadido a Venezuela, una de las plagas mortales que ha enfermado a este país, y que a todas luces, es una enfermedad que denota la ineptitud de un gobierno teñido casualmente del mismo color rojo escarlata en asumir su enorme cuota de responsabilidad.

La morgue de Bello Monte cuna de nuestros afectos arrebatados por esa criminalidad que nos acecha de cerquita, soplándonos la nuca, es una casa sombría, de olor nauseabundo y de una sola habitación que siempre permanece llena. Es entonces, cuando cabe la duda, cabe la incógnita. ¿Cómo siendo un país tan rico, es tan pobre y tan mediocre en materia de seguridad? Las OLP se lucen en algunos barrios con sendos trajes, solo para ser noticia y figurar en portales afectos al gobierno, solo presumen de ser un pañito de agua tibia, cuando honestamente no hay figura oficialista que le meta el pecho a la muerte de miles de venezolanos y que sin distingo de ningún tipo sucumben a fuerza ante la masacre de cada fin de semana.





No hay cuerpo de seguridad, no hay Ministro de Defensa, no hay primer mandatario nacional ni cuerpo policial que responda a los sollozos de una familia, al llanto desesperanzado de una madre por la muerte de un hijo, no hay explicaciones para los niños, niñas y adolescentes, para los transportistas, para las mujeres, y para los funcionarios honestos que ascienden la cifra de muerte no hay consuelo para la zozobra para el miedo no hay desahogo para el venezolano que madruga cada día buscando ganarse la vida sin intenciones de vivirla holgadamente porque ¡caramba! La vida no les alcanza.

La semana pasada, solo en lo poquito que va del mes de abril, 52 caraqueños perdieron la vida. Seguimos sin medidas. Lo que nos lleva a un espacio más amplio para otras preguntas de orden lógico y común. ¿Qué esperar de un gobierno donde los delincuentes ocupan silla en Miraflores? ¿Qué esperar de un Ejecutivo Nacional corrupto? ¿Qué esperanza podemos aguardar de un Gabinete manchado de sucia historia?

Aquí no importa la posición que tengas, aquí no importa el color que prefieras, y el estilo de vida que quieras llevar. La inseguridad, a veces abrazada de la muerte te toma por asalto en tu cara con la mayor impunidad, bien sea, porque lo tienes todo, o porque no tienes nada. Por eso me pliego a la larga lista de informantes, solo este fin de semana, a la casa de habitación llena, ingresaron 57 cadáveres por muertes violentas, con un total de 164 personas fallecidas solo en La Gran Caracas, sin contar con la cantidad de hogares enlutados en el interior de un país, un país digno de políticas públicas que se avoquen al problema, eso sí, políticas sensatas, no aquellas medidas disparatadas a las que nos tienen acostumbrados.

Esos venezolanos vieron su luz apagarse recientemente este fin de semana a manos de la delincuencia y ante la mirada indolente de un Estado cómplice. Y para algunos repito no hay nada curioso en ello, no hay sorpresa que valga. Antes de despedirme de esta catarsis indignado les digo no habrá bolsita de comida que mitigue el dolor. Maduro déjate de comprar al pueblo y renuncia ya.