Yo estuve ahí: por qué nos fascina el turismo catástrofe

Yo estuve ahí: por qué nos fascina el turismo catástrofe

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Los expertos en marketing lo saben: hoy no se venden productos puntuales, sino la idea de vivir “experiencias inolvidables”. En la pujante y exitosa industria del turismo, eso puede querer decir cenar en un restaurant cinco estrellas y ver el recital de la banda favorita, pero también pasar una noche en una cárcel histórica, dar un paseo por la favela más pobre y peligrosa de Brasil o buscar las huellas del huracán Katrina en Nueva Orleans. Lanacion.com.ar

En efecto, la industria turística ha desarrollado en la última década toda una gama de productos que prometen atender las necesidades de aquellos que buscan este tipo de atracciones, en lo que se conoce como “turismo macabro” o dark tourism, que ya cuenta con sus agencias de viaje, centros de estudio y libros, y que incluye, por ejemplo, excursiones a escenarios de tsunamis, terremotos, inundaciones o actos terroristas; viajes a zonas de guerra y conflicto; tours narco en México; retiros al estilo paramilitar o juegos de espías en la ex frontera soviética.





Para quienes estudian y debaten acerca de este turismo de nicho, las causas del fenómeno responden a una cantidad de variables, que van desde la necesidad de supervivencia de la propia industria hasta algunas sensaciones contemporáneas: el aburrimiento siempre acechante, la búsqueda de adrenalina, la construcción de una identidad sobre la base de los consumos y el constante corrimiento de las fronteras de lo que se considera original o exótico. Cuando ya visitamos Tailandia varias veces, ¿qué podrá sorprendernos?

El marco general del dark tourism es una industria que crece a un ritmo exponencial, beneficiada por la accesibilidad en los costos, la mejora en los medios de transporte y el avance tecnológico en general. Según una nota reciente del New York Times, en 2012 se contabilizó un récord de mil millones de viajes al exterior, y muchos más realizaron desplazamientos internos, contribuyendo con un total de 7,6 trillones de dólares a la economía mundial. Asimismo, la UNWTO (The United Nations World Tourism Organization) proyecta que para 2030 el turismo alcanzará el impresionante número de 1,8 mil millones de viajes al año.

En este contexto, muchos están empezando a preguntarse por los costos asociados a esta impactante movilización de gente y recursos, desde el cambio climático hasta la migración, la conservación de los sitios de interés, e inclusive cuestiones como el impacto social en las comunidades y el creciente descontento de los locales. Como explica Elizabeth Becker, autora del libro Overbooked: The Exploding Business of Travel and Tourism, los países están empezando a prestar atención a este tema, debido a las reacciones cada vez más refractarias ante las hordas de turistas, en particular en Europa y Asia.

En medio de este boom, el turismo negro -que presenta lugares asociados con la muerte y la desgracia como atracciones para ser visitadas- ingresa en la conversación para abrir otros interrogantes. Si bien varios de estos sitios poseen un valor histórico en sí mismos por su contexto sociopolítico (Hiroshima en Japón, Chernobyl en Ucrania), el listado de destinos no termina ahí, e incluye sitios de catástrofes más recientes (Ground Zero en Nueva York, las ruinas post tsunami y Katrina, locaciones de exterminios masivos en Ruanda) y hasta divertimentos construidos con fines turísticos o evocativos, como el London Dungeon o el Fukushima Gate Village en las inmediaciones de la planta. Este último proyecto consiste en construir una villa con restaurantes y tiendas de souvenirs, así como un museo dedicado a concientizar sobre el impacto del desastre nuclear.

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