Bajo las aguas de Morrocoy

Hay un lazo con Morrocoy que no puedo romper, por más que pelee a viva voz. Es allí, en ese mar, donde aprendí a perder el miedo a la profundidad, a escuchar el silencio y derrumbar algunas barreras. A pesar de lo mal que tratan a nuestro Parque Nacional, es tan bondadoso en su interior que es imposible no rendirse ante su belleza. La naturaleza abraza e impone su ritmo y la única manera de entenderla es involucrándose con todos los sentidos. Viajealmundo.com

 

El camino de Caracas a Falcón, al pueblo de Chichiriviche, se desanda en tres horas y media, sin apuro y a buena hora. Llegamos con el tiempo justo para dejar el equipaje en la Posada Mediterránea y montarnos en una lancha que nos llevaría a recorrer algunos cayos. En el intermedio abrazo a Francis, que me esperaba y me presenta a Mar, su socia, para abrazarla también. Ambas llevan la batuta de Vulcanos Tours, van como Eneas y Benitín por el mar, te lo enseñan y conmueven. Mar es argentina, como el resto del grupo que ya nos esperaba en la embarcación para ir hacia un día soleado, de azul y sal.





No iba desde hace dos años, cuando Francis se había empeñado en hacerme perder el miedo a los corales, algo que le agradeceré siempre. Era la primera vez que hacía snorkel en Morrocoy y quedó flotando por ahí la intención de volver. Así que una vez en la lancha, el mar se volvió generoso y en el camino íbamos recordando los nombres de algunos cayos como Pelón que no es más que un cúmulo de arena que ya no se ve desde hace tres años, después que un temblor fuerte en la zona hizo que desapareciera; o el de Borracho -uno de los más lindos del Parque Nacional Morrocoy- pero al que no se puede ir. Pasamos por Varadero, Playa Norte, La Mallorquina, Los Juanes y varios más hasta detenernos en Boca Seca, para un primer intento de snorkel.

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Boca Seca tiene la claridad y tranquilidad necesaria para practicar snorkel

Boca Seca tiene la claridad y tranquilidad necesaria para practicar snorkel

El camino me confunde, aunque no lo digo. Los yates y embarcaciones más pequeñas se anclan y se vuelven música estridente. Entonces comienzo a pelear en silencio, ¿para eso es un parque nacional? Para no entenderlo, ¿pero sí para llevarse todo el sol en el cuerpo, dejar la basura por todos lados y tomarse fotos bonitas con el azul de fondo? Es viernes y me ahogaba la idea de saber que por ser fin de semana habría más gente. “Es temporada baja”, me dicen. Pero nunca lo es para la inconsciencia.

Por eso Francis se empeña en llevarnos al fondo del mar. Está segura que cuando la gente entra en contacto con todo lo que vive allí, la visión cambia y surge una sensibilidad ante todo lo que nos rodea. Le gustaría -y a mí también- que los venezolanos pudieran entender la riqueza de Morrocoy, cuidarlo y volver siempre con la sorpresa en la mirada. Es un trabajo lento, pero no imposible.

Cuando llegamos a Boca Seca el día estallaba en azul. El agua es clara y fría, con algunas corrientes tibias. En el grupo varios harían snorkel por primera vez y por eso Francis y Mar se van al agua a enseñar las técnicas básicas de respiración, para manejar las chapaletas. Te dicen que te relajes, que disfrutes del mar, de lo que ves. No hay apuros, no compites con nadie. Eres tú y el mar, nada más puede pasar en ese momento. La exploración sucede despacio, como cuando conoces a alguien y no le entiendes el nombre cuando se presenta. Allí vemos algunos peces, el mar está tímido en ese primer instante.

En la profundidad de Cayo Sombrero