Vladimiro Mujica: Atrapados sin salida

Vladimiro Mujica: Atrapados sin salida

thumbnailvladimiromujicaCada vez es más visible la sensación agobiante de que la oligarquía chavista que gobierna los destinos de Venezuela se encuentra atrapada en el laberinto de sus propias contradicciones e intereses. Ante los ojos cada vez menos ciegos de un mundo que miró por largo tiempo con simpatía el experimento venezolano, se despeja la conclusión inescapable de que todo resquicio de pudor pseudo-revolucionario de aparentar gobernar para el pueblo se ha perdido. El chavismo se ejerce ahora sin escrúpulos como lo que siempre fue: un proyecto de control político y social de la nación. Condición esta que logró esconder de muchos de sus seguidores y del escrutinio internacional, en parte por la existencia de infinitos recursos para pagar por el populismo, y en parte por la conexión carismática del extinto comandante Chávez con una parte importante de los venezolanos.

Dos fuerzas inmensas impiden que el gobierno de Maduro tome las decisiones que tendría que tomar para evitar que el caos social y económico termine de devastar a Venezuela. Por un lado, la avidez insaciable de poder del ala más extremista y proclive al totalitarismo del chavismo que exige el avance del estado comunal y la profundización del proceso revolucionario. Por el otro, las mafias militares y civiles cuya existencia misma depende del control del Estado para proteger y ampliar su reinado de corrupción. La existencia de estas dos fuerzas, y la manera en que desde su propio campo de intereses cada una presiona al gobierno, terminan por ser elementos esenciales de la explicación de fondo acerca de la parálisis del régimen para afrontar, ni siquiera en sus términos más elementales, la profunda crisis de inseguridad y debacle económica que enfrenta la nación. A ello hay que añadirle el “empoderamiento” corrupto e irresponsable de grandes sectores de la población que se dedican al bachaqueo y el rebusque y que conforman un laberinto de pequeños circuitos de poder que en conjunto también presionan al gobierno con sus propias agendas.

Pero cometeríamos un grave error de ingenuidad si pensáramos que la situación venezolana puede analizarse simplemente como producto de la acción de un mal gobierno. La situación es mucho más compleja porque el gobierno venezolano no es malo por accidente sino por diseño. La conversión de existencia creativa y libre para la población en el engendro de subsistencia en que se ha transformado Venezuela, es un modelo de control de la población que persigue condenar a la gente a una pelea continua por sobrevivir y así menguar sus energías para pelear por sus derechos. Un esquema perverso y artero contra el pueblo que el gobierno ha adelantado a través de su tres creaciones más activas: el caos, la inseguridad y la corrupción.





Ya poco subsiste de la ilusión revolucionaria chavista. La conversión del movimiento popular liderado por el comandante, otrora portador de las esperanzas populares de transformación social, en el enemigo del pueblo que es hoy, represivo, arrogante y autoritario, es el resultado de un engaño de dimensiones épicas en que desafortunadamente creyó una parte importante del mundo político e intelectual venezolano. Pocas veces en la historia de un experimento político será más verdadera una cita terrible atribuida a Nietzsche y que en traducción libre se leería: “Cuando combatas con monstruos presta atención a que tu mismo no te conviertas en un monstruo … porque cuando escrutas al abismo el abismo también te escruta a ti” Enfrentados al reto histórico de transformar una democracia con carencias en un ejemplo para el mundo, el chavismo no solamente ha fracasado estruendosamente, sino que después de 16 años se ha convertido en su propio pasado, una versión degenerada de lo que en algún momento parecía destinado a combatir.

La necesidad inescapable de intentar mantenerse en el poder a todo evento lleva al gobierno a responder con represión al creciente descontento popular. En un cierto sentido el régimen se encuentra en su punto más débil, uno que debiera ser aprovechado por las fuerzas de la resistencia ciudadana para propiciar su debilitamiento y eventual salida constitucional. Pero ello no debe ser interpretado como que la deriva inevitable de los acontecimientos favorecerá esta salida. El régimen tiene todavía una capacidad muy importante para defenderse y ha demostrado la decisión de ejercerla independientemente de su costo político. Un ejemplo de ello fue la negativa a permitir a tres ex-presidentes latinoamericanos que visitaran a Leopoldo López, encarcelado ilegalmente en Ramo Verde. El gobierno sacó su cuenta y concluyó que era preferible afrontar el daño a su imagen internacional que proporcionarle un micrófono a López.

Tarea excepcionalmente riesgosa y compleja la que tiene ante sí la resistencia ciudadana, enfrentada a un régimen que aparenta estar atrapado y sin salida, pero con una clara decisión de defenderse, aún recurriendo a medidas extremas de represión. Que la crisis venezolana se resuelva en un escenario constitucional dependerá crucialmente de la efectividad de la resistencia en atraer a los descontentos del chavismo hacia un reencuentro del país en sus bases. Mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero ese es el tamaño del reto.

Vladimiro Mujica.