Cambió a su mujer en una apuesta por dos cajas de cervezas

Cambió a su mujer en una apuesta por dos cajas de cervezas

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Juan “el Maracucho” era un tremendo bebedor “de aguardiente trapiado”, como decían sus compañeros de caña. Trabajaba en un bodegón, donde después de muchos sacrificios pudo hacerse socio para meterse un realero. notitarde.com / Cristian Antonio Cooz

Desgraciadamente lo que comenzó como una bendición, degeneró en una maldición mortal para él y para toda su familia. Fue después de ese aparente éxito cuando su esposa “Lula”, así como sus hijos de 20 y 22 años de edad, cayeron en cuenta de que el comportamiento de ese hombre que siempre habían admirado se había hecho errático, desequilibrado y violento, debido al alcohol que ahora consumía hasta por las narices.





Ante esa situación insostenible, los hijos del “Maracucho” decidieron abandonar el nido ubicado al sur de Valencia. Los chamos emigraron hacia el norte, para una casa de su tía ubicada en la parroquia Goaigoaza de Puerto Cabello, estado Carabobo.

Los muchachos habían insistido a su mamá Lula en que se fuera con ellos, pero ella se negaba rotundamente a abandonar la casa familiar. Pese a todos los insultos e ignominias a que era sometida por “su panzón maracucho”, no podía desligarse de todos los años en que habían sido felices y pretendía rescatarlo. Craso error.

Una vez que se marcharon, los hijos de Lula no sabían que su padre había recrudecido su violencia y que ahora había tomado por costumbre golpear salvajemente a Lula cuando llegaba “rascao”.

Lula no se atrevía a denunciarlo, porque sabía que de hacerlo, “el Maracucho” iría derechito a la cárcel. Ella quería darle una oportunidad porque cuando él estaba sobrio, alejado de los demonios etílicos en su cabeza, le prometía con lágrimas en los ojos que se iba a portar bien.

Una tarde de sábado de diciembre de 2013, Lula, creyendo en las intenciones de regenerarse de su licencioso marido, acudió a la licorería donde éste laboraba y habló con el otro socio. Lula expresó su deseo de vender las acciones de la familia en el bodegón para que al final “el Maracucho” pudiera salir del vicio.

Por desgracia, al “Maracucho”, que estaba llegando en ese momento al establecimiento, no le hizo gracia el asunto e insultó espantosamente a su mujer, a quien de hecho agarró por un brazo y la lanzó a la calle como si fuera un trapo viejo.

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