Angel Arellano: Escasez, un crimen

Angel Arellano: Escasez, un crimen

AngelArellanoThumbnailDe regreso a Barcelona, voy caminando por la Av. Francisco de Miranda al terminal PeliExpress en Caracas (uno de los dos operativos desde hace tres meses para esta ruta). El bus sale a las 2:45pm. Apuro el paso porque a las 2:15pm apenas estaba cerca del Museo del Transporte.

En frente del museo, institución que sobrevive a la revolución, un tumulto se reunía. Desconocía qué ocurría. Me hago espacio entre la muchedumbre y observo una bolsa de basura tapando a duras penas un cuerpo tirado en medio de la vía.

Pregunto a los presentes: “¿qué pasó?, ¿asesinaron a ese tipo ahí en plena vía?”. Uno de los mirones sobresaltó y explicó: “hijo no es un señor, es una señora que saltó desde el elevado. El cuerpo está ahí desde las 11am y aun el Cicpc no ha venido a recogerlo, tenemos rato aquí enterándonos de la cuestión”.





Agradezco al buen oficiante que me da el dato y afino el oído entre el bululú. Son las 2:20pm, y supongo el bus tendrá un poco de retraso, entonces invierto 10 minutos en averiguar qué pasó.

Una señora que llora en shock me dice: “yo vi todo. Esa mujer tenía un tremendo problema encima. Yo la vi caminando poquito a poco hasta que llegó al medio del elevado, se puso unos lentes y se lanzó”. “¿Ajá y por qué habrá hecho eso?”, interrogo.

“Yo la escuché en la salida del Metro hablando con alguien de un problema con el marido, que estaba angustiada porque no tenía para la comida en su casa, que los hijos estaban sin empleo y no hallaba que hacer porque todo era una cola. Unos malandros le mataron una hija, decía. Estaba atormentada y mira lo que hizo. Ave María purísima”.

Lamento lo sucedido. Una persona no debería llegar a tal extremo. Así sería la perturbación de esa alma que optó por una salida que jamás será el remedio para resolver ningún problema.

Ya en el bus, leo, pienso, medito sobre el caso. Quedo muy sorprendido sobre lo que vi hace minutos. Más adelante el chofer hace una parada en El Guapo. Bajo y tomo una silla. Hago espacio a una doñita que no encontraba sitio y abro el libro en mi palma.

Puede que cuente unos 60 ó 65 años, me dice “ay mijo, creo que eso que lees está malo porque ve ese nombre. Dice ‘gobernanza’ y es ‘gobierno’. ¿Tu revisaste?”. El libro entre manos se llama “Gobernanza inteligente para el Siglo XXI”. Le comento: “no mi señora, lo que pasa es que esa palabra la conocemos poco acá. Gobernanza significa la forma en que se las costumbres, las instituciones y la economía se juntan para darnos la buena vida que aspiramos”.

“Ah caramba muchacho, pero eso sí por aquí no hay. ¿Viste cómo esa mujer se tiró del elevado? Dicen que no encontraba comida. Ahora te digo, en estos días haciendo mercado ahí en Barcelona, y también me pasó en PLC, me asaltaron unos guarichos. Me quitaron las bolsas y a mi nieta le dieron un empujón feísimo”, explica.

Echo un repaso en sus canas, sus ganas de vivir, sus manos ya gastadas. “Mire joven aquí la escasez hace rato se le salió de las manos a este gobierno. Andan metiendo preso a los políticos y a los estudiantes mientras matan gente en las colas y roban a los que nos fajamos 5 horas bajo el sol para medio comprar dos kilitos de harina. ¿y quién atiende eso? Yo voté por Chávez en el 98, de ahí pa´lante me olvidé de esa gente porque ellos se olvidaron de este país y se dedicaron fue a llenarse los bolsillos”, agrega con un tono amargo, el tono de la verdad, real, sincero, definitivo.

¿Quiénes son los que estrangularon esta nación al punto de tener una epidemia de crímenes impunes en el ya de por si terrible desespero de conseguir a duras penas algunos de los productos del mercado más básico? Sobran nombres, todos en los puestos de conducción del Estado.