Gonzalo Himiob Santomé: El aluvión

Gonzalo Himiob Santomé: El aluvión

Las citas textuales con las que nutro esta entrega, lo adelanto, no son de mi autoría. Leamos esta: “Presidente Nicolás Maduro: hay algo contaminante en el ambiente. Algo que intenta decirle a usted y a su equipo de gobierno que el pueblo no puede vivir todo el tiempo de la verborrea, de los discursos, de los clichés y el eufemismo”. O esta: “Cuando vea a un ministro manejando un centauro o un chery, cuando lo vea metido en un mercal o un bicentenario (pero no en una cadena, sino comprando, mamándose la cagada de servicio que prestan), cuando no me entere que la hija del ministro tal estudia en Australia o Suiza y hay que hacerle una transferencia en dólares no del cupo Cadivi, sino de una cuenta de papi, sino que se faja en la Bolivariana o aunque sea en la UCV a ver si por lo menos recuperamos de las sombras a “esa casa”, entonces podré asegurar: coño, sí se está haciendo revolución”.

Sigamos leyendo opiniones: “La Revolución entró en un periodo de autofagia, es decir, se consume a sí misma, es víctima y simultáneamente su victimario. Y aquí viene el alerta y la propuesta de solución: si no rectificamos, la Revolución, irremediablemente, sucumbirá”. O esta otra: “Uno percibe como el ambiente se está caldeando, uno percibe como el gobierno está lleno de corrupción, uno percibe como hay gobierno ineficiente, uno percibe, coño, como la Fiscalía General de la República no actúa, uno percibe que no hay Contraloría General de la República. Uno percibe, que sin estar decretadas la suspensión de las garantías constitucionales, ciudadanas y económicas están suspendidas. Al menos los gobernantes de la cuarta tenían la valentía, los cojones carajo de decirnos en cadena nacional que estaban suspendidas. Nos dicen, se esfumaron 20 mil millones de dólares por la vía de empresas de maletín otorgadas a empresas fantasmas por funcionarios del gobierno en Cadivi y aquí no pasa nada, no hay ni un solo detenido, sólo hay honestos ciudadanos venezolanos que hicieron un adecuado uso de sus cupos de viajeros señalados ahora como raspacupos por el gobierno nacional, el mismo que se las otorgó”.





Y hay más: “Nos dicen, asesinaron a una actriz de televisión y este gobierno farandulero demuestra que cuando se quiere ser eficiente se es, y en horas ya teníamos el crimen resuelto. En tanto, si el muerto es un pobre diablo venezolano desconocido esto no es noticia para el gobierno, es un caso más para agregar a la larga lista de muertos, de cadáveres. Uno percibe, carajo ¡Qué mal lo está haciendo Nicolás Maduro! Y uno imagina cómo se estará revolcando en el cuartel de la montaña el cuerpo físico del comandante Chávez”.

No vienen estas palabras de nosotros, los (a mucha honra) llamados “sesudos analistas” opositores. Tampoco son frases tomadas al vuelo de algún discurso de Ledezma, de Arria, de López o de María Corina. Todas las citas previas han sido tomadas de varios artículos de opinión publicados en la reconocida página web oficialista aporrea.org. Todos esos artículos de opinión, a menos que los retiren ahora, están disponibles en dicha página (lo cual, dicho sea de paso, merece reconocimiento, pues no es usual que el oficialismo permita la crítica abierta) para quien quiera leerlos. Todas estas frases vienen del corazón y la pluma de personas cuyo compromiso con la “revolución”, hasta ahora, ha sido indiscutible y total. Si no las he reseñado todas, pues son muchas más, ha sido sólo por motivos de espacio.

¿Qué podemos entonces concluir de lo que, sin lugar a dudas, está pasando en las filas oficialistas?

Veo claro, en primer lugar, que la dura realidad que se padece, la manifiesta ineficiencia de Maduro y de su gobierno, sus erradas políticas sociales y económicas y todos los males que su inopia nos está haciendo padecer en carne propia y a nivel general están forzándonos, a todos, a mirar, por primera vez en mucho tiempo, en la misma dirección. No digo que los chavistas estén dejando de serlo, pues en todas las notas y opiniones que investigué el compromiso hacia el ideal que en vida les vendió el hoy ausente sigue relativamente incólume, lo que sí parece estarles dando de lleno en la cara a muchos oficialistas, por fin, es que Chávez ya no “vive”, y más allá, que su “lucha”, en manos del “heredero”, tampoco “sigue”.

Aclaro que no se trata de glorificar a Chávez, ni de hacerle ver como preferible a la locura que hoy se vive. Nada más alejado de mi intención. Lo que toca asumir es que Chávez ya no está, se murió, así que lo sano es dejar sobre los hombros de la historia la carga implacable y veraz de demostrar lo que en realidad fue e hizo con nuestra patria. Aunque mucho opositor siga empeñado en ello, seguir lanzando piedras y reconcomios contra un muerto, de cara a lo que sufrimos ahora y día a día, no tiene sentido. Es momento de enfrentar el presente y abrir los ojos a esta verdad: El pueblo, y empieza ahora a ser todo el pueblo, está arrecho. No hay forma más clara ni elegante de decirlo. Se acabaron todos los cuentos, los del “arañero” y los “de camino”, tan es así, que en esos foros gobierneros se llega incluso a proclamar esto: ¿Adónde nos dirigimos? Será que; ¿de verdad dejaremos pasar esta oportunidad histórica?, ¿Otra vez ganarán los opulentos?, ¿los pobres comeremos mierda social nuevamente?, porque con estas últimas medidas económicas mírenlas por donde las miren, los únicos que se benefician son los Adinerados”; o en otro artículo, esto: “Si el gobierno nacional no ataca estos tres problemas muy puntuales, muy cotidianos del quehacer del venezolano, esto es: seguridad alimentaria, seguridad personal e inflación, los días de este autoproclamado hijo de Chávez están contados”. El descontento y la rabia campean, son inocultables, esto es lo que debe ocuparnos ahora.

También destaca que no se lee en las críticas oficialistas algo que soporte y valide un liderazgo distinto al que ahora nos atribula a todos por igual. No hay “prevenido al bate” en el chavismo. La “autofagia” revolucionaria, hija directa de Chávez, ha sido tan aplastante y feroz que no se cuenta con otro referente, distinto del cuestionado “heredero”, que sea capaz de mantener la utopía y de resguardar lo que algunos llaman “el legado”. Maduro, por cierto, no es el único que no cala, pues a Diosdado y a otros como él tampoco se les ve con buenos ojos. En contrapartida, a la dirigencia opositora se la sigue percibiendo en el otro bando como radical, “sifrina” y excluyente. El oficialismo, al parecer ni acá ni allá, tiene percha viva en la que colgar sus pesares.

Peligroso esto de tener un descontento in crescendo y en aluvión, de “poco a poco” pero innegable, en todos los ciudadanos y sin distinciones, que no encuentre en los unos ni en los otros un liderazgo valiente y serio que canalice democrática y pacíficamente nuestras comunes frustraciones y que esté dispuesto a asumir el riesgo y el costo que implica cambiar, para mejor y desde ya, el rumbo de Venezuela.

@HimiobSantome