La separación de Putin era un secreto a voces

La separación de Putin era un secreto a voces

FOTO NATALIA KOLESNIKOVA / AFP

La separación del presidente ruso, Vladímir Putin, y su esposa, Ludmila, era un secreto a voces, al que sólo le faltaba el sello del Kremlin, y que ha sido recibido con más alivio que sorpresa por la sociedad rusa.

Ignacio Ortega/EFE

“Sí, se puede decir que esto es un divorcio civilizado”, aseguró en la noche del jueves Ludmila Putin, que lleva casi 30 años casada con el jefe del Kremlin, en el entreacto del ballet “Esmeralda” en el Gran Palacio del Kremlin.





La comparecencia de la pareja en la televisión pública contrastó con el secretismo que caracteriza la vida privada de los políticos en Rusia, pero simplemente ratificó lo que todo el mundo sospechaba: el presidente y su esposa ya no viven juntos.

“Lo dijeron ellos mismos. Desde hace algún tiempo ya no viven juntos. Hace tiempo que se separaron”, explicó al día siguiente Dmitri Peskov, el estoico portavoz del Kremlin, al que la prensa atosigó a preguntas.

En realidad, Ludmila, de 55 años, sólo ejerció de primera dama durante los primeros años, ya que con el paso del tiempo cada vez se hicieron más contadas sus apariciones públicas.

Sus largas ausencias dispararon los rumores sobre su estado de salud e incluso la prensa local informó de que Ludmila había ingresado en un convento y emulado así a otras consortes de la época de los zares.

Pedro I El Grande, quizás el gobernante más influyente de la historia de este país, fue el único dirigente ruso que se divorció mientras estaba en el poder, hace más de trescientos años, tras lo que se esposa fue recluida en un convento.

Pese a su visible nerviosismo, Ludmila resumió con claridad las causas de la crisis matrimonial: “Nuestro matrimonio ha terminado debido a que prácticamente no nos vemos. Vladímir Vladímirovich (patronímico de Putin) está totalmente enfrascado en su trabajo”.

Ludmila, que conoció a Putin cuando trabajaba como azafata para una aerolínea soviética, reconoció en una biografía que no supo que su marido trabajaba para el KGB hasta un año y medio después de haberse casado.

Y es que Putin, que se ha definido a si mismo como un “esclavo en las galeras” del poder, recuperó la tradición de los dirigentes soviéticos, que optaban por ocultar a sus esposas entre las murallas rojas del Kremlin.

“El presidente trabaja por el país, piensa en el país y está casado con el país”, afirmó Vladímir Slatinov, analista político, a la agencia oficial RIA-Nóvosti

El último dirigente soviético, Mijaíl Gorbachov, rompió esa tradición, en gran medida debido al imponente carisma de su esposa, Raísa, que se granjeó la admiración muchos soviéticos, pero también no pocas críticas de los sectores más tradicionalistas.

La prensa amarilla llegó a informar acerca de una posible relación sentimental entre Putin y la doble campeona olímpica de gimnasia rítmica y diputada oficialista Alina Kabáeva, de 30 años y considerada una de las mujeres más bellas de Rusia.

Consciente de la imperiosa necesidad de una aclaración, el portavoz de Putin puso los puntos sobre las íes sobre la posible presencia de otra mujer en la vida del jefe del Estado.

“No es nada difícil, aun sin ser un experto, ver el horario de trabajo de Putin, y entender que su vida, lamentablemente, no está de ninguna manera atada a una relación sentimental”, dijo a la emisora de radio “Eco de Moscú”.

Su vida, agregó Peskov, “está atada sólo a sus obligaciones, a las responsabilidades que asume como jefe del Estado”.

En cuanto a la posibilidad de que el jefe del Kremlin pueda casarse de nuevo, como hiciera el expresidente francés, Nicolas Sarzkozy, Peskov aseguró que se tratan de “rumores y chismes”.

El Kremlin también reconoció que el divorcio aún no ha sido formalizado legalmente, aunque insistió en que la pareja, que tiene dos hijas (María y Yekaterina), conserva una magnífica relación personal.

Hasta uno de sus mayores críticos y dirigente de la oposición no parlamentaria, Borís Nemtsov, reconoció que Putin había actuado con honestidad al anunciar su divorcio.

Putin, de 60 años, es un creyente confeso que ha contribuido a la defensa de los valores familiares y a aumentar la influencia de la Iglesia Ortodoxa Rusa, por lo que su decisión de divorciarse podría sentar mal a los sectores más conservadores.

Según una encuesta, un 71 por ciento de los rusos considera que la pareja presidencial tiene todo el derecho a divorciarse como el resto de los mortales.

Mientras, un 20 por ciento opina todo lo contrario y manifestó abiertamente su desacuerdo con frases como “El divorcio es inaceptable” o “Es un mal ejemplo”.

Sea como sea, los analistas creen que los rusos se solidarizarán con Putin, ya que el divorcio es una práctica muy habitual en este país, y más que perjudicar, aumentará su popularidad, ya que humanizará al presidente a ojos de sus conciudadanos. EFE