Maduro: Garrote y zanahoria

(Foto Archivo)

Nicolás Maduro lleva dos semanas como presidente, y por las decisiones que ha tomado hasta el momento, está adoptando una estrategia contradictoria para un presidente que no ha tenido un solo día de luna de miel. Su legitimidad es cuestionada por la mitad del país que no votó por él, y mientras sigue enfrascado en una dura pelea con su contendor Henrique Capriles, enfrenta una pre-crisis económica grave.

Revista Semana

La situación política no contribuye a la estabilización económica de un país que lo está pidiendo con urgencia. La semana pasada el gobierno capturó al general retirado Antonio Rivero, del partido Voluntad Popular, acusado de incentivar la violencia postelectoral, y a quien ya se considera el primer preso político del régimen.





El martes fueron agredidos varios diputados opositores que protestaban contra la negativa del presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello, a permitirles hablar mientras no reconozcan a Maduro. Hay denuncias según las cuales el gobierno está persiguiendo a los funcionarios sospechosos de haber votado por Capriles, a quien el presidente y sus subalternos siguen tratando de “fascista” y “asesino” mientras amenazan con encarcelarlo.

Así las cosas, el diálogo parece irremediablemente roto, lo que plantea un panorama pésimo para la economía. Venezuela tiene un déficit fiscal del 12 por ciento del PIB, según Morgan Stanley, de las tasas más altas para un país emergente, y la devaluación del bolívar en febrero apenas alcanzó a cubrir un tercio de ese déficit, según la firma Ecoanalítica.

No se puede hablar de hiperinflación aún, pero es posible que cierre el año con 35 por ciento, la más alta de América Latina y una de las peores del mundo. La escasez de ciertos alimentos y productos de aseo alcanzó su nivel más alto de los últimos cinco años, según cifras del Banco Central de Venezuela, y el gobierno no ha ajustado los precios de ciertos rubros en meses. Aunque Maduro prometió elevar el salario mínimo gradualmente, los venezolanos sienten que el dinero igual no les va a alcanzar.

Venezuela no está quebrada, pero es probable que solo crezca un uno por ciento este año. A pesar de que el precio del barril de crudo ronda los 100 dólares, la economía no crece con suficiente velocidad y cada vez depende más de las importaciones. Para ello necesita dólares, pero el gobierno mantiene un estricto control cambiario desde 2003.

La reciente decisión de eliminar uno de los mecanismos de acceso a divisas, conocido como el Sitme, para crear un sistema de subasta conocido como Sicad, resultó peor porque terminó por beneficiar a unos pocos y el gobierno aún no ha anunciado fecha para una próxima subasta. Ante la falta de acceso el mercado paralelo se ha disparado, al punto que se ha llegado a pagar 25 bolívares por dólar, mientras la tasa oficial, con devaluación incluida, es de 6,30.

Gran parte del problema es que el petróleo que vende Pdvsa provee el 96 por ciento de las divisas que entran al país. Pero por cuenta de los convenios bilaterales que Venezuela ha firmado con gobiernos amigos en los últimos cinco años, no solo le pagan el crudo a precios subsidiados, sino que lo hacen con alimentos u otros bienes, lo que afecta el flujo de caja para financiar al Ejecutivo.

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