Después de Chávez, ¿Quién?

Luego de dos semanas de rumores sobre la salud del Presidente de Venezuela Hugo Chávez, su Vice-Presidente, Nicolás Maduro, anunció el pasado domingo que su situación de salud era “delicada”. Maduro había volado a Cuba, donde Chávez está siendo tratado, para estar a su lado. Esto sucedió apenas unos días después de un discurso televisado durante la víspera de Navidad en el que Maduro dijo que había conversado telefónicamente con Chávez desde el CIMEQ, un hospital exclusivo en La Habana-y que estaba “consciente y haciendo ejercicios.” Ese anuncio aumentó la confusión que reina en Venezuela debido a que se contradecía con un informe oficial emitido unas horas antes, en el que se decía que Chávez estaba en cama guardando reposo absoluto, publica el blog prodavinci.com.

Por Boris Muñoz

Texto publicado el 31/12/12 en The New Yorker





En la mañana del lunes 31, Chávez todavía vive, aunque hay indicios de que el final pudiera llegar en cualquier momento. Durante más de un año, Chávez ha estado gobernando no como una presencia física, sino como una sombra. Su salud se ha visto envuelta en misterio desde junio de 2011, cuando anunció que se había sometido a una operación de emergencia en La Habana. Todo lo que dijo fue que un tumor del tamaño de una pelota de béisbol había sido extraído de su área pélvica y una biopsia había revelado que contenía células cancerosas. Nadie sabe qué tipo de cáncer tiene, ni menos en qué etapa de la enfermedad está, a excepción de un círculo de leales en Cuba y Venezuela, que han mantenido el secreto con el celo de una secta religiosa. Las especulaciones sobre su salud se han convertido en el pasatiempo nacional, en la medida que él ha viajado de ida y vuelta a Cuba para recibir tratamiento. También se especula fuertemente sobre quien será su sucesor.

Importa mucho si Chávez muere esta semana o la siguiente -fuentes en Venezuela aseguran que es muy posible. El 10 de enero es la fecha de la ceremonia inaugural del tercer mandato de Chávez en el cargo. (Fue elegido con cincuenta y cinco por ciento de los votos el pasado 7 de octubre.) Según la Constitución venezolana, si Chávez muriera antes de esa fecha, Maduro terminaría el mandato actual y, a continuación, el Presidente del Congreso, Diosdado Cabello, asumiría la presidencia y convocaría a elecciones en treinta días. Si Chávez llegara a tomar posesión, y luego no pudiera continuar el mandato, Maduro estaría a cargo de llamar a nuevas las elecciones. Y es muy posible que el candidato presidencial sea Maduro, designado por Chávez como su heredero. Chávez pidió a la gente votar por Maduro en el caso de que él ya no esté.

La lucha por la sucesión está en pleno apogeo. Maduro y Cabello, dos herederos potenciales de Chávez, representan dos corrientes opuestas del chavismo, la franquicia nacionalista de izquierda.

Durante catorce años, desde que llegó al poder en 1998, Chávez ha sido el alfa y el omega de su “revolución bolivariana”. Él ha tratado a Venezuela como si se tratara de una corporación y él mismo su director general absolutista, obsesionado con la microgestión, confiando en pocos asesores para mantener el país bajo un estricto control. Ese tiempo está llegando a su fin. Fisuras profundas ya están presentes. El chavismo es un movimiento político con divisiones marcadas entre el ala militar y civil. Chávez, un ex paracaidista del Ejército, ha sido un líder en ambos frentes, ya sea jugando al militar o al civil a conveniencia. Pero la división entre civiles y militares refleja dos concepciones diferentes de la revolución bolivariana: una revolución nacionalista o una revolución socialista basada en el modelo cubano. Estas luchas internas causaron qué Chávez interrumpiera varias veces su tratamiento en La Habana y regresara bruscamente a Caracas para poner orden en casa.

Maduro es un civil con experiencia como líder sindical, y tiene fuertes lazos con el gobierno cubano. Como Ministro de Relaciones Exteriores durante los últimos seis años ha sido un operador internacional obediente a Chávez. Sus negociaciones han contribuido a forjar alianzas con los regímenes heterodoxos de Irán, Siria, Bielorrusia y los socios latinoamericanos de la revolución bolivariana -Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, y algunos de los países del Caribe. Ha logrado éxitos importantes, como la reciente aceptación de Venezuela como Estado miembro del bloque comercial sudamericano MERCOSUR después de años de dura oposición de Paraguay. Maduro tiene la aprobación de la izquierda internacional y está firmemente respaldado como candidato por los hermanos Castro.

Cabello es una historia diferente. Un ex miembro del ejército, es generalmente considerado como un tipo duro y efectivo. Él ayudó a Chávez imponer medidas impopulares, como el muy controvertido cierre de la televisora RCTV, vinculado a la oposición política de Venezuela y el golpe de estado de 2002. Cabello también es considerado el intermediario entre el gobierno y el boliburguesía (un término que se refiere a la emergencia de nuevos ricos dentro del chavismo). A diferencia de los miembros civiles del círculo íntimo de Chávez, hasta hace poco nunca había puesto un pie en La Habana, ni había cortejado a los Castro. La base de poder de Cabello es el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), del que es vicepresidente, y el Ejército, donde tiene un fuerte apoyo. A diferencia de Maduro, Cabello está conectado al grupo de oficiales nacionalistas del ejército que conspiraron con Chávez para tomar el poder desde principios de los años ochenta.

Tanto Cabello y Maduro son leales a su líder, pero muchos piensan que Cabello no dudaría en forjar una alianza entre los militares y la oligarquía venezolana de nuevo, distanciándose de Cuba, y así evitar extender el socialismo a la Castro en Venezuela. En un virulento ataque reciente, el sociólogo alemán Heinz Dieterich, uno de los ideólogos del llamado “socialismo del siglo XXI” de Chávez, comparó a Cabello con Stalin, acusándolo de planear destronar a Maduro y acabar con el legado político de Chávez. “El Thermidor de la Revolución es encarnado por Diosdado Cabello,” escribió Dieterich.

Hasta ahora, la crisis interna del chavismo estaba enterrada. Ni Maduro ni Cabello tienen el carisma de Chávez, ni tampoco ninguno de los dos tiene un grupo de seguidores personales lo suficientemente poderoso como para permitirse competir aisladamente por el poder. En público, ambos han tenido que comportarse como si ponen a la unidad por encima de todas las ambiciones personales. Al hacerlo, han imitado el estilo hooligan de Chávez marcado por insultos a la oposición, como llamar a su rival Henrique Capriles cerdo y nazi. Han denunciado también supuestas conspiraciones imperialistas para crear el caos en todo el país.

La semana pasada, aparecieron juntos en la televisión para desmentir los rumores sobre su rivalidad. “Somos como hermanos”, dijo Cabello. Maduro, por su parte, sonreía al estilo de la Mona Lisa. Pero una semana después, Maduro hizo una advertencia acerca de “contrarrevolucionarios que pretenden dividir nuestro apoyo popular.” Su alusión sugiere que la decisión sobre el sucesor no está exenta de enfrentamientos.

“Los militares que formaban parte del grupo original de Chávez son socialistas, pero no les gusta Cuba”, dice Vladimir Gessen, un influyente analista político y ex congresista. “Ellos perdonan la relación de Chávez con los Castro, porque están claro que Chávez nunca se dejaría manipular por los hermanos.”

En el análisis de Gessen, Cabello establecería un gobierno militarista basado en el control ejercido por oficiales del ejército y el gobierno. (Once de veinte gobernadores chavistas han sido oficiales de alto rango o medio y muchos de ellos son probablemente del lado de Cabello). Bajo la tutela de La Habana, por su parte, Maduro intensificaría el modelo socialista cubano, que es rechazado por el ejército nacionalista. “Es por eso que el sector que apoya Cabello haría todo lo que está en su poder para evitar que Maduro sea Presidente”, dijo Gessen. Para los chavistas, esta predicción es una fantasía que proyecta la oposición política que quiere ver a Cabello y Maduro enfrentándose entre sí, y ser testigos del final del chavismo.

Los seguidores de Chávez se están preparando para un futuro sin él. “En este momento lo que está en juego es la supervivencia de la revolución”, me dijo un funcionario. “Sería suicida dividir el partido. Sin embargo, en el mediano plazo habrá una lucha por el poder, porque en los últimos catorce años, Chávez ha creado todo a su imagen y semejanza. Sin él en el timón, el conflicto entre los diferentes grupos de interés, militares y civiles, será inevitable. La gran pregunta sigue siendo si es posible un chavismo sin Chávez.

Puede leer el texto en inglés en The New Yorker pulsando aquí.